No se sabe nada de He Jiankui desde que defendiera sus experimentos genéticos con embriones humanos en una conferencia de Hong Kong. No es descartable que el científico más vapuleado del mundo haya optado por un sosegado retiro tras monopolizar las portadas durante días. Tampoco es descartable que haya sido detenido. Las desapariciones de los que han incomodado al Gobierno chino no permiten mucho optimismo.

He habría sido llevado desde la excolonia hasta la vecina Shenzhen tras su intervención en la Segunda Conferencia Internacional de Edición del Genoma Humano, según el diario local 'Ming Pao'. El traslado es inquietante porque no es la primera vez que elementos molestos son conducidos desde la isla hasta la China continental, donde la policía puede investigar sin las garantías procesales ni otros legalismos. La noticia remite sin remedio a los libreros especializados en bulos y chanzas sobre los líderes comunistas.

Varias informaciones sugirieron pronto su detención. Las negó la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur de Shenzhen, donde He había trabajado. Aseguró que ninguno de los rumores sobre su paradero eran acertados, se excusó por no poder responder más preguntas y prometió nuevas informaciones, según el diario hongkonés 'South China Morning Post'. Han pasado días y de He no se sabe nada.

LAS DESAPARICIONES, HABITUALES

No es raro que políticos y empresarios desaparezcan en China y la policía solo confirme su detención con la investigación finiquitada y la confesión firmada. Ese agujero negro se tragó también durante meses a Zhang Ziyi, la más célebre actriz china, quien admitió tras su regreso un fraude fiscal de millones de yuanes.

He está en problemas serios, y la presunta falta de ética de sus manipulaciones genéticas es el menor de ellos. La universidad y la clínica de inseminación artificial a las que estaba vinculado han denunciado engaños. He habría trabajado a sus espaldas, ignorado los comités de ética y falsificado las firmas del consentimiento. Son violaciones del procedimiento más tangibles que la cuestión moral de la que pudo defenderse ante sus colegas en Hong Kong.

El caso manchó injustamente a la investigación china en su conjunto y soliviantó al Gobierno. Las autoridades locales, provinciales y nacionales han anunciado investigaciones. El Ministerio de Ciencia y Tecnología le prohibió seguir su trabajo y definió su trabajo como “extremadamente abominable”. No hay precedentes de prácticas científicas investigadas por la policía china, pero tampoco los hay de un científico que haya descompuesto tanto al Gobierno.

CONDENA GLOBAL

He buscaba la gloria y encontró el martirio. El biólogo desveló que había ayudado al nacimiento de dos gemelas con el ADN modificado para blindarlas contra el sida. A cambio, recordaron sus colegas, las abocó a un inquietante horizonte de mutaciones imprevisibles. La inmediata condena global parece enterrar una radiante y lucrativa carrera en la investigación.

El científico y empresario había recibido en los últimos años 41,5 millones de yuanes (5,3 millones de euros) en subvenciones oficiales para que completara un secuenciador de genoma que iba a dinamitar el mercado. Su GenoCare podría completar cada secuenciación por apenas 100 dólares, una décima parte de lo que cuesta ahora, y a una velocidad 10 veces mayor. Su tercera generación de secuenciadores iba a enterrar a la segunda que hoy fabrican compañías occidentales.

He presentó su GenoCare en una entrevista en la televisión pública el pasado año. “Algunos dicen que hemos agitado el sector global de la secuenciación genética. Es cierto. Soy yo. He Jiangkui. Yo lo he hecho”, decía. No queda rastro de esa euforia ni arrogancia. Ni siquiera queda rastro de él.