No fue nada fácil saber qué le pasó al Airbus A-330 de Air France que el 1 de junio del 2009 se estrelló en el Atlántico con 228 personas a bordo --entre ellas una catalana y un sevillano-- tras despegar de Río con destino a París. A partir del día siguiente se fueron avistando restos del aparato a unos 1.200 kilómetros de las costas brasileñas, en un radio de 300. El día 6 se hallaron los dos primeros cadáveres.

La carlinga del avión y las cajas negras no aparecerían hasta casi dos años después, en mayo del 2011, a unos 4.000 metros de profundidad. En julio del 2012, el informe definitivo de la investigación oficial atribuía el accidente a que las sondas que medían la velocidad del avión se helaron y fallaron, lo que desató una serie de anomalías a las que los pilotos, "sometidos a un fuerte estrés", respondieron con "acciones inapropiadas".