Hasta este año Suzanne Booker nunca había participado en una manifestación en el Día Internacional de la Mujer. “Sentía que la lucha que realizaba en mi trabajo contra la discriminación era suficiente”, cuenta. Pero ya no. Donald Trump ha llegado a la presidencia de Estados Unidos y esta "descendiente de esclavos" de 35 años de Ohio siente que la pelea por la igualdad y para proteger derechos se ha hecho más necesaria. Por eso este miércoles ha decidido sumarse en Nueva York a una iniciativa de protesta en todo el país bautizada como “un día sin mujeres”, que ha llamado a no acudir a trabajar y no consumir (salvo en en pequeños comercios o los que son propiedad de minorías) y ha organizado diversas manifestaciones.

Una de ellas, en la que ha participado Booker, ha tenido lugar en Columbus Circle, una de las entradas de Central Park, a la sombra de uno de los rascacielos de Trump. Por la tarde se esperaba otra aún más numerosa en Washington Square. Ha habido también protestas en otras muchas ciudades de EEUU, incluyendo una en Washington DC a las puertas de la Casa Blanca. Y en ellas late y se expresa la misma filosofía que se sintió en las Marchas de las Mujeres que sacaron a millones de personas a las calles de todo el país el día después de la toma de posesión de Trump: resistir la normalización del discurso misógino del ahora presidente (grabado hace unos años alardeando de poder “cogerlas por el coño”) y plantar cara a políticas retrógradas de su Administración, pero también abrir el foco.

“Hay un asalto en múltiples frentes, desde en el sector laboral hasta en la reducción de protecciones ante la violencia de género o en el recorte de libertades reproductivas y Donald Trump no está solo en ese asalto, es un problema global”, dice Trina, una mujer de 65 años que no quiere dar su apellido, y que luce un vestido rojo, el color elegido como símbolo de la jornada. “Y como siempre las más afectadas son las mujeres más pobres”.

En la manifestación en Columbus Circle está también Joe, un hombre blanco de 31 años, que ha acudido con su esposa y que es otro de quienes se ha sumado por primera vez a una marcha del Día Internacional de la Mujer. “Parece que estamos en el momento adecuado para que haya una masa crítica de cambio”, opina. “En el caso concreto de EEUU, es importante seguir saliendo a la calle, demostrar que las protestas no son parte de un movimiento marginal, construir la idea de que todas las reclamaciones tienen apoyo amplio”.

Ninguno de los preguntados en Nueva York ven la potencial influencia positiva en Trump de su hija Ivanka, que defiende públicamente de temas como la igualdad salarial o las bajas de maternidad. “Me cuesta creer que sea verdad y en cualquier caso de momento no se ha traducido en ninguna política concreta”, dice Joe. Muestran más preocupación por el poder que tiene el vicepresidente Mike Pence, un ultraconservador cristiano que es, entre otras cosas, uno de los adalides de la lucha de los republicanos contra el aborto. Y aunque lamentan que poca gente se haya sumado a la marcha por la mañana, no desesperan. “Hay que dosificar fuerzas. Esto va a ser una maratón”, dice Trina.