La visión de la realidad de Albert Einsten ha quedado muy tocada después de la publicación esta semana de un artículo en la revista Nature que describe 13 experimentos que la desmienten y al mismo tiempo refuerzan la visión alternativa, la de la mecánica cuántica. Lo más notable es que estos ensayos precisaron de la participación de más de 100.000 voluntarios de todo el mundo, reclutados y coordinados por el Instituto de Ciencias Fotéticas (Icfo), con sede en Castelldefels. El 30 de noviembre del 2016, los voluntarios jugaron 700.000 partidas con un videojuego on line y produjeron un flujo de 90 millones de bits.

Esos datos fueron la valiosa materia prima humana con la que 13 laboratorios llevaron a cabo sendos test de Bell, unas pruebas diseñadas para validar la mecánica cuántica, en contraste con la visión einsteiniana. Esta visión se conoce como «realismo local» y de entrada parece del todo razonable.

«Realismo quiere decir que las propiedades de un objeto se quedan igual tanto si alguien lo observa como si no y local quiere decir que no hay interacciones instantáneas a distancia: si te hablo por el móvil parece que la voz llega al instante, pero en realidad la señal pasa por una serie de sitios entre mi boca y tu oreja, con una clara secuencia de causa y efecto», afirma Carlos Abellán, coautor del trabajo y director de la empresa Quside, quien propuso la idea como doctorando del Icfo.

La mecánica cuántica

Hace más de un siglo, esta visión entró en crisis por la formulación de la mecánica cuántica, la teoría del mundo microscópico gracias a la cual hoy disponemos de ordenadores y móviles. Esta teoría supone que las partículas microscópicas tienen comportamientos del todo anómalos: su estado cambia cuando se las observa y ciertas señales se pueden propagar al instante.

En concreto, entre una pareja de partículas se puede producir el fenómeno del entrelazamiento: aunque estén a los dos lados del universo, cuando se actúa sobre una la otra siente inmediatamente el efecto. Einstein descalificó este fenómeno como «fantasmal acción a distancia».

Para desempatar entre las dos visiones, en 1964 se concibió el test de Bell. Desde entonces se han diseñado formas cada vez más refinadas del test que han reforzado la visión cuántica. Una de las más contundentes se alcanzó en el 2015, cuando tres laboratorios emplearon un dispositivo diseñado en el Icfo para el test. Ese dispositivo usaba pulsos de láser que generaban bits de información azarosos, que se usaban para poner a prueba el entrelazamiento.

Sin embargo, usar un proceso físico para poner a prueba otro proceso físico no convencía a algunos investigadores. Entre otros motivos, los láseres y las partículas entrelazadas podían tener alguna interacción desconocida que saboteara el experimento. «Por eso nos fuimos lo más lejos posible de la física e intentamos generar los bits con personas, asumiendo que estas hacen elecciones libres que nada tienen que ver con lo que ocurre en los laboratorios donde se lleva a cabo el test», explica Abellán.

De ahí surgió la idea del videojuego. «Necesitábamos muchos bits de origen humano. Con un videojuego te diviertes y compites, lo que hace que juegues más tiempo. Y además es una buena excusa para divulgar la cuántica», explica Morgan Mitchell, investigador del Icfo y coordinador del proyecto, que se bautizó como Big Bell Test.

Aunque los experimentos que lo usaron pasaron todo el test, Einstein no está completamente derrotado. «Siempre se puede imaginar alguna conspiración que lo invalide», bromea Tim Taminiau, de la Universidad de Delft, no implicado en el proyecto. Por ejemplo, se podría argumentar que el cerebro humano también es un fenómeno físico y el libre albedrío es una ilusión.

Por eso, tras haber empleado bits extraídos de películas o cuentas de Twitter, unos investigadores han extraído ahora bits de la luz de estrellas de la Vía Láctea. «El Big Bell Test es una idea fantástica. Implicar a la gente en la ciencia a través de juegos podría tener muchas aplicaciones», afirma Taminiau.