Las ejecuciones de los presos en Estados Unidos tardan alrededor de cinco minutos de media en consumarse, pero el pasado jueves, en Ohio, la agonía de Dennis McGuire se prolongó durante 24, un tormento que ha desatado la polémica y que la familia del reo ha tildado de inconstitucional. McGuire, condenado a muerte en 1994 por violar y asesinar a una mujer embarazada de 22 años, jadeó en una prolongada asfixia durante al menos 10 minutos, ante el horror de su esposa y sus hijos, presentes en la galería. Las razones de este desenlace hay que buscarlas en la utilización de un cóctel de fármacos, una combinación que se ensayaba por primera vez.

Como sucede en muchos otros estados, las prisiones de Ohio se han visto seriamente afectadas por el boicot europeo a los fármacos que se utilizaban para la inyección letal. En este caso, el Centro Correccional del Sur de Ohio recurrió a una combinación del ansiolítico midazolam y el potente analgésico derivado de la morfina, hidromorfona.

Según un periodista del Columbus Dispatch, el preso "estuvo jadeando profundamente. Era como un estertor, un sonido gutural". Antes de morir, McGuire dedicó unas palabras a los suyos. "A mis hijos, lo siento. Os quiero. Voy a ir al cielo y allí os veré cuando vengáis", les dijo. Los padres de la víctima han dicho que pese a todo McGuire ha recibido un trato mucho más humano que su hija.