"¿Qué voy a comer mañana? ¿de qué vamos a vivir?", se pregunta Rocío Echevarría, una empleada del hogar que se ha quedado sin trabajo debido a la pandemia del coronavirus. "Las familias tenían miedo de que les infectase, y estando ellos en casa me han dicho que no venga más", explica. Como ella, cientos de mujeres inmigrantes sin papeles ni contrato que trabajan limpiando casas o cuidando a personas dependientes han perdido el empleo y se han quedado sin nada. Otras se han tenido que encerrar en las casas de sus empleadores, trabajando las 24 horas de cada día de la semana. Los sindicatos y las asociaciones que las defienden piden ayudas económicas al Gobierno para las más débiles: aquellas que no tienen contrato ni papeles ni acceso a ninguna prestación.

Rocío Echevarría, una mujer peruana, hasta hace poco trabajaba para cinco familias distintas. En unas limpiaba las casas, en otras cuidaba de ancianos. "En total ganaba unos 600 euros al mes, descontando los pasajes del autobús y del material de la limpieza", recuerda. Pero llegó la pandemia del coronavirus. "Tenía que comprarme mascarillas, no encontré, y las familias me dijeron que mientras durara esto dejara de venir, porque ellos ya estaban en casa y porque tenían miedo de que les transmitiera el virus", expone. En ninguno de estos trabajos tenía contrato, ni cotizaba, por lo que se va a quedar sin paro y sin ninguna ayuda social. "Estoy tratando de sobrevivir y tirando de ahorros, pero hay compañeras que han empezado a ir al banco de alimentos", añade. "Somos trabajadoras como el resto, nos merecemos algún tipo de subsidio", reivindica Rocío, miembro de SindiHogar, el sindicato de las trabajadoras del Hogar en Barcelona.

"De las más de 400 mujeres que conocemos que trabajan en el hogar, solo tres están pasando el confinamiento en casa y con un sueldo garantizado", explica Carmen Juárez, portavoz del colectivo Mujeres Migrantes y Diversas. A muchas de estas trabajadoras les ha pasado lo que a Rocío. Pero hay otras en una situación también escalofriante. "Las están esclavizando, hay mujeres que han tenido que hacer en confinamiento en las casas donde trabajan, las están explotando 24 horas", lamenta Juárez. "Hay mujeres que las familias les han llevado a sus segundas residencias, casas enormes en la Cerdanya, y están aisladas, teniéndose que pagar ellas la comida y trabajando el doble por el mismo mísero sueldo", critica.

María, una mujer salvadoreña y sin papeles, lleva dos años viviendo en casa de una anciana a la que cuida. "Es como estar encarcelada, vivo en mi trabajo, no puedo parar en ningún momento", sostiene entre sollozos. "Los hijos de la abuela me humillan, me esclavizan, pero si lo denuncio me van a deportar a mí país", explica. Pide a gritos poder tener el permiso de residencia, y de trabajo, para tocar la libertad y poder seguir mandando dinero a sus hijos, que viven en el Salvador.

Lo mismo le ocurre H.D., una mujer dominicana que cuida una anciana con alzhéimer. Trabaja 24 horas al día, los siete días de la semana, por menos de 800 euros al mes. "Mi señora hace teletrabajo y ha dejado de venir a la casa de su madre. Yo la cuido, pero tengo mucho miedo de que se muera, porque me quedo en la calle, no tengo adonde ir", susurra. Este es otro temor de las cuidadoras internas: que los ancianos que cuidan se mueran de coronavirus y ellas se queden sin trabajo, y sin hogar.

Consciente de este drama, y de la situación de violencia, maltrato y abuso que se puede dar con estas trabajadoras, la Generalitat quiere dar un poco de esperanza. "Estamos muy atentos a las entidades, les hemos dicho que nos adviertan si se da algún tipo de violencia no, pero una buena noticia es que las que tengan papeles podrán optar para trabajar en residencias, ya que se han bajado los criterios porfesionales debido a la falta de personal", expone el secretario deIgualtat de la Generalitat, Oriol Amorós. "Mira en qué situación están las residencias; nadie quiere trabajar allí, solo nosotras, las más precarias, las más vulnerables, las que no tenemos nada... esto demuestra una vez más que estamos en el escalón más bajo", responde Juárez a la propuesta del Govern, consciente de que algunas mujeres se han agarrado a los geriátricos como un clavo ardiendo.

La solución: "regularizar"

Rocío, por ejemplo, podría optar a este trabajo. Tiene papeles porque es pareja de hecho de un español. Sin embargo, los geriátricos, en estos momentos, le dan miedo. "¿Bajo qué criterios y en qué condiciones me van a contratar?, ¿habrá seguridad de que no me contagio?", se pregunta. Para muchas entidades, la solución pasa por regularizar a estas mujeres, para que puedan acceder a un permiso de trabajo, igual que el resto de la población. "Si no, tendremos un problema", advierte Juárez.De momento, visto que las soluciones no llegan, ellas ya se han organizado. Mujeres Migrantes y Diversas han abierto un espacio de donaciones para apoyar a las mujeres que se han quedado sin ingresos. En SindiHogar, las migrantes están cosiendo muñequitas de trapo y banderolas para recaudar fondos para las más necesitadas.