El desodorante no provoca cáncer, tomar alcohol no ayuda a curar la diabetes (ni a hablar idiomas), las vacunas no tienen nada que ver con el autismo y fumarse un porro no es terapéutico. Afirmar lo contrario es, sencillamente, una falsedad, como lo son otras muchas noticias sobre salud que llegan a través de las redes sociales. En el momento en que estas informaciones, sin base científica alguna, comienzan a propagarse se convierten en bulos (o fake news) que, en los casos más extremos, pueden costar la vida del paciente. Con el objetivo de desmontarlos se ha creado la iniciativa Salud sin Bulos, que cuenta ya con el apoyo de numerosas y destacadas sociedades científicas españolas. Todas juntas hacen una valoración contrastada de las noticias sobre enfermedades y medicamentos.

Este observatorio de informaciones falsas nació de una «inquietud» al detectar que «la respuesta a los bulos de salud por parte de organismos científicos se produce solo en algunas ocasiones y muy tarde». Lo explica Carlos Mateos, director de la agencia de comunicación COM Salud, creadora de Salud sin Bulos. «El detonante fue un bulo, propagado por un famoso presentador de televisión, que sostenía que las vacunas producían autismo. Una pediatra, Lucía Galán, se enfrentó a él públicamente, mientras que la Organización Médica Colegial tardó más de una semana en contestar», cuenta.

Comunidad experta

«Allí donde hay menos participación de profesionales sanitarios, más información falsa se produce», añade. De ahí la importancia de generar una comunidad experta que trabaje acerca de los criterios de la información y actúe de escudo frente a las fake news. ¿Y cuál es la enfermedad sobre la que hay más bulos? «Sin duda, el cáncer. Es una enfermedad que todo el mundo conoce y teme, y de la que se desconoce el origen exacto».

Álvaro Rodríguez-Lescure, oncólogo y vicepresidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), entidad que colabora con Salud sin Bulos, afirma que existen bulos «muy peligrosos» que «indudablemente» pueden acabar con la vida de alguien. «Un ejemplo es relacionar una emoción negativa con el cáncer. Detrás de estos bulos en ocasiones hay movimientos pseudocientíficos o sectas que captan pacientes. Un conflicto emocional no causa cáncer», insiste.

Los bulos, explica, se aprovechan del «estado frágil» y la «situación desesperada» que viven ciertos enfermos. Y, en ocasiones, los llevan a tomar «decisiones erróneas» como abandonar un tratamiento o seguir una falsa terapia. Son conductas lesivas inducidas por informaciones acientíficas y que a menudo difunden personas que buscan el lucro.

Suscribe esta idea Begoña Barragán, presidenta del Grupo Español de Pacientes con Cáncer (Gepac), que también apoya Salud sin Bulos. «Los bulos hacen que los pacientes más vulnerables caigan en falsas terapias que en el mejor de los escenarios solo les cuestan dinero y, en el peor, la vida». Barragán certifica que hay muchas personas («cada vez más»)que se los tragan, si bien la «vergüenza» les lleva a ocultarlo.

«Conocemos casos de pacientes que se toman cualquier pócima, además de sus tratamientos, sin valorar las interacciones. Otros abandonan la quimio. Y, ojo, la gente que se cree estos bulos no necesariamente tiene un bajo nivel cultural. Pero el miedo y la desesperación a veces son grandes», concluye la presidenta de Gepac.

Hay otros bulos, prosigue el oncólogo Rodríguez-Lescure, que son directamente «absurdos». Un ejemplo: el sujetador con aros provoca cáncer de mama. «O el típico de asociar el desodorante con el cáncer de mama. Ni el desodorante ni el clorhidrato de aluminio [ingrediente químico que tienen algunos de estos productos] están relacionados con el cáncer», asegura.

En paralelo, también circulan muchos bulos sobre el alcohol, como los mencionados al inicio de este reportaje. ¿Quiénes están detrás de ellos? «A menudo, los intereses de la industria alcoholera para vender más», responde Francisco Pascual, presidente de la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y otras Toxicomanías (Socidrogalcohol), también adherida a Salud sin Bulos. Por no hablar, apunta este médico, de las fake news sobre las «bondades del cannabis».

«El cannabis tiene muchos alcaloides. Algunos sirven como relajante muscular, otros para glaucomas, otros para evitar vómitos... Algunos son terapéuticos y otros no, pues pueden afectar al sistema nervioso central y producir alteraciones psiquiátricas», asegura Pascual. En otras palabras: «Utilizar la marihuana de manera terapéutica no equivale a fumarse un porro». Para ello habría que separar los alcaloides y utilizar solo el «terapéuticamente adecuado».

Las «conspiraciones»

Y, cómo no, están los bulos sobre medicamentos. Por ejemplo, el que relaciona el paracetamol con el virus machupo («inexistente», precisa Carlos Mateos) o el que dice que tiene componentes potencialmente peligrosos. «A mucha gente le atrae la posibilidad de las conspiraciones. Y la industria farmacéutica ha tenido siempre una imagen negativa en este país», cuenta el impulsor de Salud sin Bulos.

Intereses de las industrias, personajes famosos, webs sensacionalistas, personas que desean lucrarse... son con frecuencia los responsables de las fake news. Pero a veces sencillamente no se sabe quién sale beneficiado, como es el caso de muchas cadenas de WhatsApp que piden reenviar la foto de un niño. Los expertos recomiendan hacer caso únicamente de fuentes fiables (Ministerio de Sanidad, consejerías, sociedades científicas...) y desconfiar de titulares alarmistas.

Por último, ¿qué debe hacer el ciudadano que recibe un bulo? «Lo primero es no difundirlo -destaca Mateos-. Muchas veces se reenvía un bulo con un ‘por si acaso’ como excusa». Esa difusión puede hacer que alguien «abandone su tratamiento» o bien que «done dinero para una estafa». Si conoce la fuente, debe denunciarlo a la policía.