La infancia es la etapa donde aprendemos a conocernos a nosotros mismos, relacionarnos con los demás y vivir con la educación y la cultura que nos rodea. Nos genera esquemas de pensamiento y comportamiento que tenderán a acompañarnos toda nuestra vida. Influye de forma directa en cómo es la adolescencia y se puede alargar hasta la etapa adulta si no existen cambios significativos. Es por eso que, todo aquello que se le enseña a un niño le permitirá desarrollarse mejor o peor en el futuro. Herramientas educacionales o emocionales asegurarán etapas posteriores mucho más sanas.

Una de las partes más importantes de una persona es su mundo emocional. Conocer, etiquetar o poner nombre a aquello que sentimos es fundamental desde la infancia. Las emociones tienen diferentes funciones que podemos aprender, ayudándonos a estar mejor, relacionarnos con los demás o superar diferentes obstáculos. Para ello, no es solo importante entenderlas, sino que debemos regularlas para que de verdad nos sean útiles. Y esto es algo que podemos enseñar a los niños pequeños.

A FAVOR

Todas y cada una de nuestras emociones hablan de cómo nos sentimos, de las necesidades de ese momento y de qué deberíamos hacer para estar mejor. Tienen estructuras con las que trabajar, metas que seguir y deseos que expresar. Sin embargo, aunque podamos estar sintiendo la emoción correcta para lo que nos está pasando, puede desbordarnos, perdiendo la función principal, que es la de ayudarnos. Una rabia demasiado alta o una tristeza desbordante ya no van a nuestro favor sino en contra. Por eso es tan importante la regulación emocional.

Todo lo que no aprendemos en la infancia, corre el riesgo de volverse contra nosotros en etapas posteriores. Si no sabemos cómo estar tranquilos en momentos de estrés o si el miedo se apodera de nosotros es porque en la infancia nunca aprendimos a hacerlo. Por eso, cuando hay niños pequeños en casa, es importante que les ayudemos a regularse emocionalmente, ya que estas herramientas les servirán para toda la vida.

A partir de las siguientes técnicas, podemos enseñar a nuestros hijos cómo funciona y cómo usar la regulación emocional:

1. Conocer y aceptar

En primer lugar, es importante saber que existen diferentes emociones, que cada una tiene un nombre y que tienen diferentes funciones. Son algo normal y común a todo el mundo. Además, siempre buscan ayudarnos.

2. Todo pasa

Los niños se desbordan a menudo con lo que les pasa porque creen que ya es permanente. Si ven y aprenden que toda emoción inicia y acaba podrán relajarse y hacer que pasen antes cuando son negativas.

3. El semáforo

Las emociones pasan por tres estados diferentes, como un semáforo. Por un lado, en estado 'rojo', que es cuando sentimos esa emoción, la escuchamos y paramos lo que estemos haciendo. Un estado 'naranja', que es cuando empezamos ya a pensar en cómo solucionar el problema. Y, por último, un estado 'verde', cuando una vez que hemos parado y reflexionado, ya podemos poner en marcha las estrategias necesarias.

4. Espacio

Las emociones negativas necesitan ser escuchadas, atendidas y respetadas. Si el niño sienta esa emoción, debemos enseñarle a que busque su espacio y esté tranquilo. Salir de la habitación o alejarse unos metros le ayudará a ver lo que siente y poder calmarse.

Las emociones pueden resultarnos tan desbordantes a los niños como a los adultos. Nos cuesta entenderlas, saber de dónde vienen o cómo solucionarlas. El camino más fácil es haber aprendido regulación emocional cuando éramos pequeños, aunque a veces nos toca aprenderlo después, cuando ya nos cuesta más. Por eso, en niños pequeños, es importante que les ayudemos a estar mejor cuanto antes, con herramientas útiles para cualquier etapa.

* Ángel Rull, psicólogo.