La ciudad de Balaguer (Noguera) vivió ayer su jornada de duelo particular. Más de 2.000 personas, casi todas de etnia gitana, llegadas muchas con sus autocaravanas desde distintas ciudades, como Terrassa, Barcelona, L´Hospitalet y Cornell , se congregaron ante el templo de la Iglesia Evangelista de Filadelfia para despedir a los tres niños, de entre 4 y 6 años, fallecidos el martes en un incendio. Los restos de los tres pequeños, los hermanos Brian y Zaira Bautista González, y su primo, Adrián Bautista Batista, recibieron posteriormente sepultura en el cementerio de la localidad vecina de Albesa, donde residen sus abuelos paternos.

El dolor por la pérdida de los pequeños en tan trágicas circunstancias se transformó ayer en airadas críticas al Ayuntamiento de Balaguer, que ha considerado que no era oportuno declarar un duelo oficial en el municipio. Fuentes municipales recordaron que la medida ya no se aplicó el año pasado, cuando un niño de 7 años murió al caer de lo alto de un tobogán. El consistorio pretende dar así un trato igualitario a todas las familias.

Pese a ello, el alcalde, Miquel Aguil (PSC), participó en el funeral de ayer y se comprometió a estudiar la posibilidad de conceder ayudas institucionales a las familias afectadas, de extracción muy humilde y que han perdido prácticamente todas sus pertenencias en el incendio. Hasta el momento, estas familias no habían precisado de los servicios sociales del ayuntamiento, precisó el alcalde, pero ahora los asistentes iniciarán un seguimiento detallado de sus necesidades.

IMPOTENCIA Y RABIA Sólo los gritos desgarrados de las madres de los niños fallecidos rompieron ayer el sobrecogedor silencio que se formó ante la salida de los tres ataúdes blancos del templo evangelista de Balaguer. Entre decenas de coronas de flores, la multitud, congregada ante las puertas de la iglesia de la calle Marc Comes, no dejó de recordar las horas tensas inmediatas al incendio. "Yo misma vi cómo salían las llamas de la casa y cómo los hombres intentaban, en vano, entrar dentro", relataba una joven madre.

Los asistentes denunciaron también las precarias condiciones en que viven aún muchos de los miembros del colectivo gitano. "Estas familias que ahora se han quedado sin los niños, por ejemplo, trabajan en las diferentes campañas agrícolas, ya sea recogiendo fruta u olivas o yendo a buscar caracoles", señaló un allegado.