«Uno de los momentos más críticos para cualquier sanitario que atiende a enfermos de ébola es el de desvestirse», explica Antoni Trilla, jefe de Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, el centro sanitario de referencia en Catalunya para la atención de pacientes afectados por la fiebre hemorrágica. La advertencia no es baladí. La operación de retirada del traje de protección, que debe ser incinerado de inmediato, requiere de toda la precaución del mundo, porque el tejido no debe entrar, de ningún modo, en contacto con la piel del profesional. «Por eso, es necesario que quien se desviste, reciba la ayuda de una segunda persona, también experta». «El más mínimo despiste que se produzca en ese momento -alerta el epidemiólogo- puede ser clave, incluso aunque el paciente haya ya muerto».

Quizá fuera entonces cuando se infectó la auxiliar de enfermería que ayer fue diagnosticada de ébola en Madrid. No es descabellado pensar, apunta Trilla, que la sanitaria, que, en una primera intervención, había atendido aún con vida al misionero Manuel García Viejo, «se relajara y bajara la guardia inconscientemente cuando salió de la sala en su segunda actuación, cuando el enfermo había ya fallecido», señala el médico. En todo caso, «atendió a un paciente con alto riesgo de contagio, porque la enfermedad se encontraba en una fase muy avanzada, cuando hay más concentración del virus».

Pero «es posible que ni ella misma, que es una profesional con años de experiencia, sepa cómo ha ocurrido, que se trate de un fallo indetectable incluso por la propia afectada», agrega Trilla, visiblemente sorprendido por lo ocurrido. Sea como fuere, será complicado determinar cómo se infectó la mujer, coinciden distintos expertos consultados por este diario. Lo que está claro es que «es difícil que ella pueda producir un contagio en cadena, porque la enfermedad no se transmite durante el periodo de incubación», indica Trilla.

Ahora mismo, las posibilidades de supervivencia de la auxiliar madrileña «dependen casi exclusivamente de su propia fortaleza física». La paciente tendrá acceso, eso sí, a bastantes más refuerzos inmunitarios que los que reciben quienes enferman en África, pero ningún tratamiento es determinante en la lucha contra el ébola. «Evidentemente, se le harán todas las transfusiones de sangre que precise y recibirá toda la hidratación que sea necesaria», dice el epidemiólogo.

Queda por ver, no obstante, si es posible obtener el suero experimental ZMapp, que se encontraba agotado cuando llegó a España, el pasado 23 de septiembre, el segundo religioso infectado en África. También es de imaginar que el Gobierno español hará todo lo que esté a su alcance para lograr un inmunógeno con el que tratar a la paciente, sobre la que están puestos ahora mismo los ojos de toda la comunidad médica europea. No se descarta «que se le hagan transfusiones con sangre tratada procedente de alguno de los pacientes que han sobrevivido a la enfermedad y que, por lo tanto, habrían desarrollado anticuerpos». Es una fórmula que, ante la falta de un medicamento efectivo, ha autorizado recientemente la OMS.