El año pasado España emitió a la atmósfera el año pasado 332,8 de toneladas de CO2 equivalente, lo que supone una disminución de un 2,2% respecto al 2017. Esta reducción se de los gases causante de la crisis climática se debió principalmente al fuerte incremento de la producción de energía hidráulica, que creció en un 84,9% respecto a 2017 gracias a que fue un año hidrológicamente húmedo, así como al aumento de la producción eólica en un 3,5%.

Ambos factores han permitido reducir en un 15,7% las emisiones vinculadas a la generación eléctrica dado que la subida de fuentes renovables permitió rebajar la producción de ciclos combinados de gas (-18,9%), el carbón (-17,2%) y la que emplea combustibles líquidos (-4,5%).

El descenso global enmascara el aumento que han registrado el resto de sectores, el más preocupante el del tráfico rodado, que aumentó un 2,7% y ya representa el 25% del conjunto de las emisiones. Crecieron también las de los sectores residencial, comercial e institucional (+1,9%) y el vinculado al consumo de combustibles en maquinaria agrícola, forestal y pesquera (+4,1%). Las emisiones de la industria aumentan un 2% y las emisiones procedentes de la agricultura no varían respecto al dato de 2017, dado que se compensa la subida de las emisiones ganaderas (+1,4%) con la bajada de las procedentes de cultivos (-2,5%).

AÚN LEJOS DEL OBJETIVO

El dato que refleja el avance sitúa el nivel de emisiones en España 15,4 puntos porcentuales por encima del nivel de emisiones de 1990, año de referencia para evaluar las medidas de mitigación de emisiones. El borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC), enviado el pasado mes de febrero a la Comisión Europea por el Gobierno, plantea un conjunto de acciones para reducir, en 2030, 21 puntos porcentuales respecto a los niveles de 1990 (227 millones de toneladas), lo que, a día de hoy, implicaría una reducción de 31,5%. En millones de toneladas, 105,8 menos.