En medio del desorden de la ciudad de Casablanca, los subsaharianos tienen la ventaja de pasar desapercibidos con mayor facilidad. En la capital económica del país, los inmigrantes se alojan en pisos patera para recuperar fuerzas después de una larga travesía clandestina.

Los que llegan a Casablanca suelen tener algún amigo o familiar que igualmente sueña con Europa y se ha instalado en la cuidad para ganar tiempo y ahorrar el suficiente dinero para pagar el medio de transporte que le llevará al norte de Marruecos. Las mayores concentraciones de subsaharianos, sin embargo, se localizan en el barrio de Takadum (Rabat) y Boukhalef (Tánger). No es raro que en los pisos patera de estas dos ciudades vivan hacinadas hasta 30 personas. Menos de un metro de suelo por inmigrante, por el que este paga unos cinco euros al mes.

Hasta el pasado diciembre, cuando el reino alauí se comprometió a poner en marcha un proceso de regularización masiva de inmigrantes, las redadas también alcanzaban los barrios populares, donde eran frecuentes las detenciones de simpapeles que después eran expulsados por la frontera de Argelia. Ahora, en cambio, la tensión se ha relajado y los inmigrantes deambulan por las calles sin el miedo a que las autoridades les reclamen que se identifiquen con unos papeles de los que carecen. Pero errar por las calles del reino alauí practicando la "salamalekum" (Que Dios esté contigo), la estrategia africana de conmover el corazón del musulmán marroquí, es solo provisional. En sus cabezas siempre ronda una idea: alcanzar la frontera de la lejana Europa.