Conseguir la nacionalidad española es el sueño de muchos inmigrantes que proyectan su vida en nuestro país. Pero no es un trámite fácil. Y no solo por lo complicado que resulta presentar el expediente, sino por la burocracia que arranca una vez han entregado todos los documentos que se les solicita. Miledis y Sonia son dos de estas decenas de miles de personas que están esperando a que el Gobierno les diga si son o no, a efectos de la ley, españolas.

Llegó a Barcelona en el 2010 y eso ya dice mucho de la personalidad de esta joven nicaragüense de 34 años. Aterrizó en un país sumido en una profunda crisis y sin mucha esperanza de que la cosa se resolviera a corto plazo. Miledis Castillo traía bajo el brazo una licenciatura en Agronegocios (cinco años de carrera) y pensó que por muy mal que estuvieran las cosas, no estarían peor que en su tierra natal. Pero han ido pasando los años. Y sin conseguir la nacionalidad, se siente estancada. "Te queda un poco la sensación de que por mucho que te esfuerces, siempre hay una barrera, algo que no controlas, que nunca podrás superar".

Su historia es la de muchas mujeres latinoamericanas que vinieron a España atraídas por el sueño europeo. En su caso hay que sumarle una formación académica que generaba expectativas y que ha terminado por multiplicar su "frustración". "Porque todos esperamos poder dedicarnos a aquello que hemos estudiado, aunque no me gusta quejarme porque me he encontrado muy buenas personas por el camino". Como la familia que regularizó su situación y para la que trabajó cuidando de la casa y los niños durante cinco años. O las buenas amistades que ha hecho en la ciudad. Pero a pesar de haberse integrado, hay algo que no la deja avanzar: la nacionalidad.

A POR EL INGLÉS

Hizo el examen de conocimientos culturales y constitucionales en mayo del 2016 y sabe que lo pasó con buena nota, pero desconoce cuál es la situación de su expediente. Pagó las tasas, se preparó -"el material de estudio está bien estructurado y las preguntas tienen sentido"-, adjuntó todos los documentos necesarios para cursar la petición y la presentó. Casi dos años después, ni una noticia. No es un caso aislado, puesto que el Gobierno lleva un retraso considerable: entre dos y tres años de espera.

En Barcelona ha completado sus estudios con un máster en el Centro de Estudios Financieros. Lo ha hecho mientras trabajaba como camarera, limpiadora de hoteles, cuidadora de ancianos o canguro. Su única asignatura pendiente es el inglés, pero trabajar de sol a sol (por las tardes está como voluntaria en Intermon-Oxfam) le da poco margen para ponerse en serio con el idioma. Admite que quiere volver a Nicaragua, porque la formación en el extranjero es un valor añadido en su país a la hora de encontrar un empleo decente. Pero no puede dar el paso mientras no tenga la nacionalidad. Si tiene DNI español y las cosas van mal en su tierra de origen, siempre podrá volver a intentarlo en Barcelona. "Sin el documento, estos ocho años aquí no habrán servido de nada".

Miledis se siente "engañada". Por los meses que pasó preparándose y que siente que fueron en vano. También "confundida", porque no tiene muy claro qué hacer. "Estoy aburrida de luchar y de ver que nada cambia y que tampoco puedo hacer nada", lamenta. Aguantará un tiempo más, pero siempre con un pie en Nicaragua porque la cosa en España "no está para quedarse".

INICIOS COMPLICADOS

Sonia llegó a España en el 2005. No lo tenía claro, pero varios de sus hermanos vivían en Barcelona y la convencieron de que aquí podría tener una buena vida. Abandonó Bolivia dejando a su madre, cargada de dudas y sin saber qué se encontraría. No fue fácil, pero con el paso de los años finalmente encontró su sitio, la comodidad de un hogar, de un trabajo, de sentirse parte de algo. Solo hay un ‘pero’: en septiembre del 2015 se examinó para conseguir la nacionalidad española. Dos años y medio después, sigue esperando. Sin noticias.

Los primeros años en la capital catalana no fueron nada fáciles para esta mujer de alrededor de 40 años. "Estuve tres meses sin trabajo, hasta que una familia me contrató para cuidar de un matrimonio de ancianos". Lo del contrato es un hablar, ya que se negaron a regularizar su situación en el año y medio que pasó en esa casa del Garraf, trajinando de lunes a domingo, incluidas las noches, sin descanso, por 700 euros al mes. No pudo más y lo dejó. Al poco empezó en una casa de Barcelona. Aquella nueva familia sí le propuso un contrato de trabajo que le permitió legalizar su situación. Sus hermanos la animaron a dar un paso más, a conseguir la nacionalidad, porque algunos de ellos la tenían y no había sido tan complicado.

A través de una abogada especializada en asuntos de extranjería se puso a ello. Se presentó en el Registro Civil de Barcelona y la sentaron en una silla. Le dieron un papel con 15 preguntas que debía responder en poco más de cinco minutos. Eran los tiempos en los que cada funcionario realizaba el examen a su gusto, sin criterio unificado, ya fuera oral, escrito o un poco de todo, según conviniera. A ella le preguntaron, entre otras cosas, nombres de cantantes españoles. “Puse Rocío Jurado, Julio Iglesias, Isabel Pantoja…, no me acuerdo de más”.

PARTIR CON GARANTÍAS

En abril del 2018, cuando han pasado 31 meses, todavía no sabe si se acepta o no su petición de nacionalidad. Y como ella, otras decenas de miles de inmigrantes siguen esperando que el Ministerio de Justicia desbloquee la situación. En su caso, sin embargo, puede llegar a producirse una situación cuanto menos curiosa. Siempre ha dicho que en el 2020 se marchará a Bolivia para estar con su madre. Falta poco más de un año y medio para que dé ese vuelco a su vida. Y tiene serias dudas de que sus papeles de nacionalidad vayan a llegar antes de su partida. Si su expediente no está resuelto, su marcha le complicaría las cosas. Si ya tiene la nacionalidad, siempre tendrá la posibilidad de regresar a España

Esta situación de incertidumbre ha despertado en Sonia un miedo que no sentía desde que llegó a Barcelona. Dice que el retraso en resolver su situación le genera tanta inseguridad que cada vez que se cruza con la policía se pone muy nerviosa. "Me acuerdo de esos primeros años en los que pensaba que me cogerían en cualquier momento en la calle y me devolverían a Bolivia".

Sonia lleva tres años trabajando con una nueva familia. Vive con dos hermanos y la hija de uno de ellos en un piso de L’Hospitalet. Está feliz, pero el no saber, el no poder controlar qué pasa con su nacionalidad, y lo que es peor, no tener ni idea de cuándo se resolverá, la tiene asqueada. "Creo que el Ministerio de Justicia no tiene ninguna prisa y ningún interés en solucionar el problema. No se dan cuenta de que no es solo una cuestión de papeles. Es sacarse un peso de encima, aunque te la denieguen. Como mínimo sabrías a qué atenerte".