El estrés es uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos actualmente. Se asocia a emociones como la angustia, el miedo o la anticipación. Nos generamos mentalmente problemas que no han ocurrido ni sabemos si de verdad ocurrirán. De hecho, llegamos a a tener que buscar ayuda para poder superarlo. Las consultas médicas y psicológicas buscan tratar el problema con nuevas herramientas o fármacos que calmen cuerpo y mente. Sin embargo, uno de los problemas es que no acabamos de verlo como algo que también es positivo, sino que sentir estrés es siempre algo malo que nos ocurre y que nos va a dificultar nuestra vida diaria.

Cuando pensamos en estrés, lo asociamos a síntomas físicos y psicológicos que generan malestar, pero no expresa la totalidad de la realidad. De hecho, es un mecanismo evolutivo y adaptativo, una reacción de nuestro cuerpo para que podamos enfrentarnos a problemas que amenazan nuestra seguridad, no solo en cuanto a supervivencia, sino también a gestión de los conflictos. Nos genera un estado de alerta y activación fisiológica con el fin de mejorar nuestra eficacia, lo que, hasta cierto punto, es positivo para nosotros.

LA OTRA CARA

Los estados emocionales que comúnmente se etiquetan como negativos, parecen generar en nosotros rechazo o aversión. No queremos sentirlos y buscamos formas de escapar de ellos. La soledad, la tristeza, el miedo o el estrés conllevan un estigma y lo asociamos a estar mal, bloquearnos o sacar lo peor de nosotros. Sin embargo, toda emoción tiene su parte positiva, su punto en el que todo funciona y del que podemos sacar un rendimiento. La soledad o la tristeza nos permiten escucharnos y reflexionar, el miedo detecta las amenazas o el estrés nos pone en vigilancia para aumentar nuestro rendimiento o superar obstáculos. Si no se rebasa cierto punto y si sabemos escuchar el ambiente y a nuestro cuerpo, podemos lograr que esos estados emocionales sean favorables y beneficiosos para nosotros.

El estrés no es solo la presión por acabar algo ni el miedo de no dar lo mejor de nosotros, es también la activación física y mental que nos prepara y nos predispone para enfrentarnos a los diferentes problemas, tanto de forma puntual como en el día a día, siempre y cuándo sepamos beneficiarnos de ello.

1. Más creativos

El estrés aparece cuando no contamos con enfrentarnos a una determinada situación y debemos sacar o aprender herramientas para ello. Esto estimula el cerebro para que aparezcan nuevas ideas, amplíe el foco y utilicemos el lado derecho de nuestro cerebro.

2. Más resolutivos

Si siento estrés es porque creo no contar con las habilidades necesarias para resolver un problema concreto. Esto, lejos de hacernos caer en la pasividad, nos motiva al reto y a buscar los caminos necesarios para resolverlo.

3. Menos cómodos

La zona de confort es ese entorno del que nos cuesta movernos, independientemente del bienestar percibido, porque todo es predecible. El estrés sacude dicha zona y nos moviliza al cambio.

4. Más pensativos

La productividad se relaciona con las diferentes variables de la atención y la memoria, justo las mismas variables que mejoran ante eventos estresantes moderados. Por tanto, el sentir estrés laboral, nos ayudará a tener un mejor rendimiento, siempre y cuando no nos desborde.

¿Qué hacemos ante aquello para lo que no contamos con todas las herramientas necesarias? El debate entre el quedarse de brazos cruzados o el hallar el camino no existe. Tendemos a movilizar nuestros recursos, aprender nuevas estrategias y usar toda nuestro potencial para ello. Son esos eventos estresantes y lo que sentimos ante ellos lo que nos predispone a luchar. Es la parte positiva que siempre nos generará el estrés.

* Ángel Rull, psicólogo.