Tenemos que desacelerar. Tomarnos una pausa e intentar paliar la enfermedad de la prisa, de no perder el tiempo. Necesitamos abrazar el tedio y valorar el tiempo de inactividad». He aquí una de las conclusiones de la psicóloga inglesa Sandi Mann, que ha investigado sobre el aburrimiento y descubierto su lado positivo. Lo explica en el libro El arte de saber aburrirse.

¿Por qué hoy, con la cantidad de estímulos que tenemos parece que estemos más aburridos que antes?, se planteó la experta de la Universidad de Lancashire (Reino Unido). «Nos hemos acostumbrado a una estimulación cada vez mayor. Necesitamos más acción, más novedad, más emoción. Nunca tendremos suficientes estímulos. Intentamos no caer en el aburrimiento, hacer todo tipo de cosas, pero no lo logramos», argumenta. Ya no toleramos la rutina de la vida cotidiana.

ADICCIÓN INFANTIL / Los niños sufren la misma adicción. «¿Cómo es posible que se aburran si están interactuando todo el día con pizarras magnéticas, con el iPad, con cosas emocionantes? Por eso precisamente. Porque se acostumbran a un alto nivel de estimulación y nunca tienen suficiente», apunta Mann, que anima a darse el gusto de aburrirse y romper asociaciones maliciosas, como la que vincula la ocupación y el estrés a ser alguien importante. «Cuando nos aburrimos nos volvemos más creativos, porque dejas volar tu imaginación y consultas tu inconsciente». El aburrimiento, concluye, puede ser un catalizador de la reflexión, la inspiración, el humor y la diversión.

La filósofa Begoña Román corrobora la importancia de un aburrimiento que propicia «el monólogo interior y conduce a la búsqueda más autónoma y espiritual». Pero hoy no tenemos tiempo de encontrarnos con nosotros mismos. «Nos han expropiado la vida», advierte. Deberíamos imponernos el hábito de no hacer y aprender a gestionar el vacío de la acción, pero todo está dirigido «al consumismo».

SOCIEDAD DEL CANSANCIO / Román critica esta «sociedad del cansancio» incapaz de poner el freno ni siquiera cunado estamos en vacaciones. «Dedicamos el tiempo de descanso a hacer más cosas. Sentimos que no hacer nada denigra».

Una asignatura también necesaria para los pequeños. «Tienen una vida planificada por los adultos. No les dejan espacio para buscar sus propios recursos, como disfrutar con el simple paso de las nubes».

Para el pedagogo Gregorio Luri, el aburrimiento debe servir como «acicate para la búsqueda autónoma de la diversión». «Cuando era niño, salíamos y encontrábamos aventuras. Ahora no salen y todo el programa de actividades coarta esa búsqueda». Dice ser fan de las familias «imperfectas». «Los padres perfectos se alarman cuando ven a su hijo repantigado y le organizan la vida. Los imperfectos no lo condenan: le dan la oportunidad de encontrar una salida, de superar el tedio con algún hallazgo».

El psicólogo Jorge López Vallejo aplica una máxima al tiempo extraescolar de los niños: «Menos es más». Subraya que el tiempo libre de los pequeños, durante el que se realizan las actividades extraescolares, debería contener las tres D recomendadas por Joffre Dumazedier, uno de los pioneros de la sociología del ocio: descanso, diversión y desarrollo.

No es lo habitual, y entre los errores comunes Jorge López Vallejo destaca: imponer actividades sin la opinión del menor, poner más de dos tareas y pensar que con más horas de conocimiento lograremos mejores resultados.