Primero le pusieron una mascarilla gigante, después vio arder a algunos de los suyos y finalmente, para encerrarla, le cortaron la cabeza. Parece una metáfora, pero no. 'La mujer meditando' que debía presidir la falla municipal de Valencia tiene mucho sobre lo que reflexionar ahora que el coronavirus ha puesto todo patas arriba. Tiempo y silencio tiene mientras espera una solución que ('spoiler') seguro que será mala. Lo que se busca es la menos mala.

Amordazados con plásticos unos y a medio montar otros, con mayo desescalándose a buen ritmo, los 'ninots' llevan casi dos meses esperando a conocer su suerte, repartidos entre los talleres de los artistas e improvisados almacenes. 'Açò passarà' parece decirles al resto sin mucha fe la mujer decapitada, evocando el premonitorio título que llevaba el monumento que había diseñado el artista urbano Escif.

Apenas unos cuantos compañeros de 'la meditadora', los que no se podían desmontar, se libraron entre llamas de esta espera. Se hizo de madrugada, en cívica soledad, pero los vídeos echaban humo. Porque cuando el coronavirus explotó, las fallas ya estaban allí. De hecho, sigue siendo un misterio para los médicos que, después de juntarse decenas de miles de personas durante los primeros 10 días de marzo para asistir al ritual de la 'mascletà', la ciudad haya tenido un número sorprendentemente bajo de contagios, comparada con otras.

Ni en la guerra civil

Aquel día 10, por la noche, la suspensión oficial hizo que la ciudad entrara de facto en el estado de alarma que no se estableció para el resto de España hasta cuatro días después. Aunque lo que vino luego lo haya relativizado, el 'shock' fue enorme. Por contextualizar: las Fallas no se habían suspendido desde la guerra civil. Las autoridades contuvieron el aliento, temerosas siempre de la reacción del poderoso colectivo fallero. No pasó nada pero, por si acaso y por dar algo de esperanza, el alcalde Joan Ribó lanzó de inmediato la propuesta de que se celebraran entre el 15 y el 19 de julio. Los memes del 'caloret faller' que popularizó su antecesora Rita Barberá con su mítico y cargado discurso de apertura de las fiestas del 2015 atascaron los teléfonos con imágenes de falleras de ofrenda a 35 grados.

Entonces parecía que quedaba mucho tiempo pero ya no queda tanto y son inviables unas Fallas con verbenas y festejos multitudinarios. La otra fecha alternativa es el 9 de octubre, día de la Comunidad Valenciana. Pero con la sombra del rebrote también habrá que ver quién se arriesga.

A falta de definir el momento, esta es la opción de los que claman por plantar cara a la pandemia. Plantar, que se vean y quemarlas. Un final que supondría un alivio para el castigado gremio de artistas falleros, que tendría trabajo para el año que viene. Pero, asumido el impacto emocional de la suspensión y perdido el impacto económico de unas Fallas normales, hay quien apuesta por guardar los monumentos, que vienen a costar unos ocho millones de euros, para el año que viene. Sería un alivio para las comisiones, que son las que pagan, pero habría que ver qué pasa con las subvenciones. No resulta algo menor, que diría aquel.

El debate está abierto. De momento, el ayuntamiento ya ha anunciado que habrá una nueva falla municipal para el año que viene. Así que 'la mujer decapitada' arderá de una manera u otra. Lo que siendo 'ninot' es todo un consuelo.