El mayor productor mundial de gas natural y petróleo no tiene con qué calentarse en invierno. El vórtice polar que cubre buena parte de la geografía estadounidense ha puesto al descubierto las deficiencias de su sistema eléctrico, particularmente en el suroeste del país, tan poco acostumbrado a las tormentas de nieve como reacio a aceptar los imperativos del cambio climático. Desde principios de semana, a medida que el hielo, la nieve y las temperaturas heladas cero cambiaban la fisonomía de estados como Texas, Oklahoma o Luisiana, los apagones eléctricos se han generalizado en la región dejando a millones de personas a merced del frío polar. El clima extremo ha paralizado importantes sectores económicos y por el momento se ha cobrado más de una treintena de muertos en todo el país.

La situación es angustiosa en algunos puntos de Estados Unidos. Este miércoles por la mañana cuatro millones de personas, tres millones de ellos en Texas, se levantaron sin luz ni calefacción, una constante desde el domingo por la noche, cuando el principal proveedor del estado puso en marcha los primeros apagones para prevenir el colapso de la red eléctrica. Una medida motivada por el aumento de la demanda y la caída drástica de la oferta. Numerosas plantas de carbón, gas natural, energía eólica y nuclear se han visto obligadas a cerrar, según Bloomberg, incapaces de hacer frente a las temperaturas extremas que han congelado parte de sus instalaciones.

Intoxicación por monóxido de carbono

El desaguisado ha obligado a muchos a encerrarse en el coche con la calefacción puesta o a buscar refugio en los albergues habilitados para la ocasión. Se ha disparado la venta de generadores de gasolina, así como las colas ante los supermercados para hacer acopio de víveres. Soluciones, en algunos casos, arriesgadas, que han dejado varios muertos y numerosas hospitalizaciones por intoxicación de monóxido de carbono.

Los problemas se acumulan porque las restricciones eléctricas se están cebando también con el suministro de agua. Solo en Houston, unos 400.000 hogares amanecieron sin apenas presión en sus grifos. En otros casos, las canalizaciones simplemente se han congelado. El impacto humano y económico es mayúsculo. Grandes fabricantes de vehículos como General Motors o Toyota han cerrado sus fábricas en la región. También lo han hecho algunos almacenes de Amazon, más de 500 Walmart repartidos por el suroeste del país o algunas refinerías de petróleo. Las inclemencias están afectando además a la distribución de la vacuna contra el covid-19.

Frustración y enfado ciudadano

Sin muchas más soluciones a la vista que esperar a que amaine la tormenta ártica, la desesperación de la ciudadanía no deja de aumentar, particularmente en Texas, un estado que presume de independencia energética. “Sé que la gente está enfadada y frustrada. Yo también lo estoy”, ha dicho el alcalde de Houston, Sylvester Turner. El gobernador republicano del estado culpó inicialmente a las turbinas de viento como responsables de los apagones eléctricos, alegando que muchas turbinas se han congelado. “Esto demuestra que el Green New Deal sería un desastre letal para EE UU”, dijo Greg Abbot refiriéndose al ambicioso plan de la izquierda demócrata para transformar el tejido energético del país.

Pero lo cierto es que el viento genera solo un 10% de la energía que Texas consume en invierno, según fuentes oficiales. La mayoría de expertos culpan a otros factores, empezando por la desregulación del sector en el estado que más energía produce del país o su aislamiento de los sistemas eléctricos de las jurisdicciones vecinas. “No existen incentivos financieros para reforzar las infraestructuras”, ha dicho Adrian Shelley desde Public Citizen, una organización que vela por los derechos de los consumidores. “Desde el punto de vista de los proveedores, el único incentivo pasa por poner en el mercado la energía más barata posible”.

Esa ortodoxia de mercado ha hecho que muchas plantas no estén adaptadas para hacer frente al frío extremo, según los expertos, a pesar de que Texas ya vivió una ola polar semejante en los años noventa. Esas deficiencias, que también han dejado apagones en Arkansas, Misisipi o Kansas, podrían servirle al presidente Joe Biden para dar peso a sus planes para remozar las infraestructuras del país, una asignatura siempre aplazada y cada vez más urgente ante los imprevistos cada vez más extremos y frecuentes del cambio climático.