No, en la edad del bronce no hubo una invasión de caballeros de las estepas de la Europa del Este que exterminaron a los hombres ibéricos y se quedaron con sus mujeres. Esta dramática historia, que dio la vuelta al mundo en el otoño pasado, quedó muy matizada ayer, con la publicación de un artículo científico que detalla el asunto.

Es cierto que una población originaria de las estepas llegó a la península Ibérica a partir del 2500 a. C. También es cierto que, medio milenio después, casi todos los hombres ibéricos eran descendientes de esos antiguos visitantes. Sin embargo, no hay trazas de una invasión militar ni de matanzas generalizadas. Tampoco se ve que una civilización foránea reemplazara a la autóctona: las culturas de la península evolucionaron sin sobresaltos en ese periodo.

Lo más notable es que los hombres esteparios acabaron reproduciéndose mucho más que los autóctonos (un fenómeno que ocurrió en menor medida también en otras partes de Europa donde llegaron ). ¿Qué favoreció la reproducción de los primeros y obstaculizó la de los segundos? La violencia es una explicación posible. Pero la verdad es que no se sabe.

El estudio ha sido publicado en la revista Science, está liderado por David Reich de la Universidad de Harvard, y cuenta con una abundante participación española, como la de Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona. Algunos autores adelantaron resultados en octubre, sugiriendo que una invasión había acabado con los hombres ibéricos hace 4.500 años. Esta noticia causó la indignación de algunos arqueólogos, capitaneados por el portugués Antonio Carlos de Valera, que aparece ahora entre los más de 100 autores del artículo.

Más tarde, un extenso reportaje de The New York Times cuestionó las prácticas de los entendidos en ADN antiguo, la técnica empleada en el estudio. Entre otros aspectos, el artículo alertaba de que los genetistas estaban usando datos sacados de pocas decenas de individuos, para dar alas a una narrativa peligrosa: la imagen de que existen pueblos superiores que se expanden y reemplazan a otros. Esta visión de la arqueología fue típica de la Alemania nazi. El estudio se basa en el análisis del ADN de 271 sujetos enterrados a lo largo de ocho milenios en decenas de yacimientos de la península Ibérica. El estudio concluye que la hipótesis más simplista es que estos hombres llegaron y eliminaron a los locales. Pero no se ha encontrado evidencia de violencia generalizada en el registro arqueológico.