La visita de este fin de semana de Felipe y Letizia a Cataluña ha dejado constancia de una cosa: los futuros reyes de España tienen saque. Después de comer el sábado en la Torre d´Alta Mar de Barcelona ningún analista gastronómico les hubiera recomendado cenar en El Bulli porque los excesos son devastadores y para ir al restaurante gerundense de cala Montjoi hay que llevar las tripas expectantes, casi en levitación. Pero la pareja debe de tener un estómago que trabaja fino porque tomaron los 30 platos que les cocinó Ferrán Adriá hasta la madrugada de ayer sin que el ánimo les flaqueara.

Hace sólo seis días se supo que Adriá y Juan Mari Arzak prepararían la cena de gala previa a la boda, así que algún equilibrista de la información podría suponer que los novios fueron a Rosas (Gerona) para un ensayo. Error. La reserva, con nombre falso, se cerró en enero y fue de las últimas que aceptaron. Cada temporada intentan lo mismo un millón de personas y sólo 9.000 son agraciados en esa ruleta.

CLIENTES INESPERADOS Adriá y su equipo supieron que los comensales eran Felipe y Letizia sobre las nueve de la noche del sábado, cuando los precedió el movimiento de escoltas. La casualidad ha hecho que, en la misma semana, coincidiese la noticia del banquete real con la inmersión de los prometidos en el universo bulliniano, más placentero y menos atormentado que el daliniano. Hay días en los que a Ferrán Adriá el genio de Dalí le sopla tras las orejas.

Ningún miembro de la familia real había visitado este sanctasanctorum de la cocina mundial, así que era una experiencia para ambos, el chef y los comensales. Al término del menú degustación, sobre la una de la madrugada de ayer, agotada la cocina y probablemente los novios, Adriá dijo estar muy satisfecho porque había descubierto que a los futuros reyes de España les interesaba la gastronomía y sabían comer (y, además, comían sin aspavientos ni disgusto).

GRAN INTERES POR LA COCINA Atacaron las propuestas extraterrestres con una naturalidad terrícola. El menú fue una combinación de platos nuevos y grandes hits de la casa: el huevo de oro (huevo de codorniz caramelizado: lo come todo el mundo, rey o burgués), la sopa de aceite, el pan de queso, el ravioli de sepia con coco, el falso caviar de melón... Así hasta la treintena, entre snacks, aperitivos, tapas, platos... La juguetería bulliniana.

"Se entusiasmaron. Están muy, muy interesados en la cocina, lo que es muy bueno para la gastronomía. Todo fue muy tranquilo, muy agradable. Sólo supimos que ellos eran los de la reserva minutos antes de que llegasen. Visitaron la cocina y cenaron en el comedor", explicó Adriá ayer antes de partir a Japón, donde estará hasta el viernes presentando la traducción de uno de los libros de El Bulli. En el avión, comenzará a pensar el menú de la cena de gala con el chef Paco Roncero, que lo acompaña, para ponerlo en común con Arzak la semana que viene.