Tras recibir miles de mensajes de odio en las redes sociales y una amenaza de muerte en el buzón de su casa, el director brasileño Dener Giovanini se jugó la noche del miércoles el todo por el todo. En un céntrico cine de Río de Janeiro, un reducido grupo de no más de 30 personas fueron las primeras en ver los 85 minutos del documental Amores Santos. "Os advierto de que la película es intensa y tenéis todo el derecho de iros. Pero sería una verdadera lástima", dijo el nervioso director en la última prueba antes del definitivo estreno al público, ayer por la noche, en la gran apertura del Festival de Género y Sexualidad de Río de Janeiro.

No era para menos, las imágenes de sacerdotes católicos, evangélicos, ortodoxos y anglicanos masturbándose hasta eyacular frente a las pantallas de sus ordenadores y teléfonos móviles no serían fáciles de asimilar para la mayoría de los presentes.

Durante meses, el equipo de rodaje de Giovanini mantuvo contacto a través de varios perfiles falsos en Facebook con unos 5.000 religiosos de 36 países, entre ellos España y el mismísimo Vaticano. Desde simples párrocos a obispos e incluso cardenales, los religiosos sucumbieron, uno a uno, a los encantos del actor homosexual de 25 años Darico Macedo.

En jornadas de hasta 16 horas de filmación, estos siervos de Dios dieron rienda suelta a sus más oscuras fantasías sin importarles estar rodeados de crucifijos e imágenes de la Virgen María. Todo un milagro posible gracias a internet y a las videoconferencias por Skype, lo que convirtió al documental en uno de los primeros filmados íntegramente a través de la webcam.

"Tuvimos tanto éxito a la hora de lograr escenas de sexo explícito que tuvimos que simular las eyaculaciones del actor con semen falso. En algunos momentos Darico no conseguía mantener la erección debido al impacto que le causaban los religiosos", confesó el director ante la impactada prensa brasileña en la rueda de prensa posterior. Debido al enorme volumen y al potencial destructivo del material filmado, solamente 120 religiosos fueron incluidos en el montaje final, mientras que el material bruto se encuentra escondido por duplicado en cinco lugares. Una auténtica bomba de relojería ya que, en caso de que algo le ocurriese a cualquier miembro del equipo, el material podría ser expuesto sin ningún tipo de censura, como sí ocurre en la versión para el público.

EL GERMEN DE LA HOMOFOBIA

"No se trataba de enseñar 450 penes erectos ni de exponer a sus propietarios, sino de denunciar la hipocresía de las instituciones religiosas de todo el mundo", sentenció rotundo Giovanini. En efecto, el documental no solamente desvela el turbio submundo de la homosexualidad en el interior de las iglesias y seminarios de Europa y América, sino que expone de manera brutal el nefasto efecto que el discurso desde estas instancias tiene en la sociedad y que, según el director, supone verdadero germen de la homofobia.

Los testimonios de teólogos, sociólogos, curas que asumieron su homosexualidad y familiares de adolescentes que cometieron suicidio por causa de la homofobia complementan un documental con claros tintes de denuncia y que se presenta apenas unos días después del brutal asesinato de un estudiante gay de 30 años en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Una prueba más de por qué Brasil es considerado el país más violento contra el colectivo LGTB de toda América Latina y del coraje de Dener Giovanini.

Según los datos del Ministerio de las Mujeres, la Igualdad Racial y los Derechos Humanos de Brasil, la violencia contra el colectivo LGTB en el país produce una víctima mortal cada 28 horas. No es coincidencia que Brasil sea la mayor reserva católica del mundo, con 164 millones de fieles, y que en las últimas décadas el crecimiento de las iglesias evangélicas haya resultado imparable. Un aumento paralelo a la explosión en el número de agresiones al colectivo LGBT.

De hecho, los discursos incendiarios de los telepredicadores evangélicos no podían faltar en el documental. Entre otras cuestiones, Giovanini refleja, a través de la opinión de reputados teólogos, el grave desconocimiento de los textos bíblicos por parte de los pastores, que alteran la interpretación de pasajes enteros para ordenar a sus fieles que combatan con "fuego" los casos de homosexualidad en sus comunidades.

Más impactante todavía es un fragmento en el que un supuesto demonio reconoce ante un pastor de la Asamblea de Dios, la mayor iglesia evangélica de Brasil, con más de 12 millones de fieles, que había tomado posesión de un adolescente para que propagase el sexo anal entre sus amigos. Y consciente también de su atrevimiento al desafiar al todopoderoso Vaticano, Giovanini sabe que su vida podría cambiar para siempre: "Quizá he dado un paso osado. Espero que sea el público y no la Iglesia el que me juzgue".