La vacuna del virus del papiloma humano (VPH) ha estado envuelta de polémica desde su comercialización. Mientras los especialistas la alaban por hacer frente al cáncer, otros cuestionan su eficiencia; al mismo tiempo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y diferentes agencias del medicamento dan fe de su seguridad, miles de personas, a través de diversas asociaciones internacionales, suman firmas para pedir su retirada por los efectos adversos que aseguran que provoca.

Solamente en España, la Asociación de Afectadas por la Vacuna del Papiloma (Aapv) entregó, en septiembre, más de 46.000 firmas a favor de una moratoria a la directora general de Salud Pública, Elena Andradas Aragonés, y la directora general de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), Belén Crespo Sánchez-Eznarriaga.

«Queríamos que se suspendiese la vacuna hasta que se analizaran con rigor sus efectos adversos», afirma la presidenta de la asociación, Alicia Capilla. Ahora están preparando una demanda conjunta para pedir, únicamente, que se reconozcan estos síntomas. La familia de Capilla fue una de las primeras en reclamar. Ocurrió después de que le pusieran a su hija la segunda dosis, en febrero del 2009. Tenía 14 años. Explica que estuvo en la UCI pediátrica. Tuvo convulsiones e imposibilidad para caminar por afectaciones neurológicas. Poco después de su reacción, asegura, ingresó otra niña con el mismo caso y vieron que había más. «Intentaron culpabilizarlas -añade- diciendo que tenían problemas psicológicos. Las que han tenido la desgracia de sufrir problemas adversos se han quedado con ese San Benito. Y esa es nuestra lucha». Lamenta que nadie se haya puesto en contacto con esas menores para ver su evolución.

Capilla -que deja claro que su asociación no es antivacunas- acaba de volver de Japón, donde ha participado en un simposio sobre los efectos adversos. «Allí, representantes de Colombia, España, Gran Bretaña e Irlanda expusimos los síntomas que tuvieron las niñas en cada país. Y lo que vimos es que coincidían. Los más comunes eran dolor de cabeza, debilidad muscular, dolor articular, síncopes o parálisis», afirma.

Carlos Álvarez-Dardet, catedrático de Salud Pública de la Universidad de Alicante, es otro detractor. En noviembre del 2007 encabezó una campaña pidiendo una moratoria en la aplicación con cargo al Sistema Nacional de Salud de la vacuna en España. «Un problema grave es su coste. Hay que gastar millones para prevenir un caso. La inmensa mayoría de infecciones por VPH se curan solas, ¿para qué entonces una vacuna?», se pregunta. «Aún no se ha demostrado que prevenga cáncer de cuello de útero, para lo que está licenciada», dice.