Las parejas pasan por diferentes etapas a lo largo de su historia que irán más o menos consolidando el compromiso. Uno de esos hitos, es la convivencia, donde se pondrán a prueba diferentes aspectos individuales, como la tolerancia, la individualidad, el respeto o la facilidad para poner límites sanos. Necesitarán un ajuste de varias semanas o meses, donde habrá roces necesarios y que tendrán que ir superándolos. Si nunca se pasa de esa etapa de ajuste y las fricciones se perpetúan, habrá un desgaste elevado para cada miembro, poniéndose en peligro la relación.

Cuando fluimos con algo, visualizamos el agua de un río, que se va adaptando al cauce sin dejar de correr. Es un estado de libertad por un camino que no se puede cambiar, ya que es el que hay. Con una pareja, ese fluir también es necesario, siempre desde los límites sanos, adaptándonos a las necesidades del otro, expresando las nuestras y asumiendo que muchos enfados son productos de nuestras manías y no responsabilidad del otro. Un estado necesario que sí puede llevarnos a la plenitud en la convivencia.

Paz en casa

La convivencia es ese estado ideal donde empezamos a vivir con nuestra pareja y todo será como cuando pasábamos dos días juntos de vacaciones. Creemos que solo habrá risas, que escucharemos al otro, que sus manías solo nos harán gracia y que estaremos siempre cómodos. Sin embargo, la realidad siempre es otra, especialmente cuando no nos adaptamos, queremos imponernos o es el otro el que no es flexible. Debemos entender que la convivencia no es solo un paso más, sino que supone un cambio cualitativo en lo que conocíamos del otro, lo que nosotros representábamos o el cómo nos relacionábamos. Parece difícil, cuando es realmente un camino de conocimiento mutuo.

Saber cómo empezar a fluir en la pareja o cómo eliminar todos los roces que está habiendo, es hacer pequeños cambios, tanto en las normas impuestas, la forma de comunicarnos o el cómo nosotros mismos pedimos o nos comportamos. Y siempre debemos empezar por estas pautas:

1. Cuidado con el control

Determinadas personas, por necesidades especiales, tienen una necesidad de control que, aunque quieran negarlo, lo van aplicando a todas las áreas de su vida. Este mismo control, se eleva en una convivencia, ya que consideran que solo hay una forma correcta de hacer las cosas, desde organizar la compra hasta limpiar pasando por ordenar los libros. Pero esta ausencia de flexibilidad es solo responsabilidad de quien quiere tomar el control y acaba perjudicando a ambas partes.

2. Dar por hecho

Damos por hecho el amor, la comunicación o los actos. Queremos que el otro interprete que nuestras acciones marcan cariño o compromiso y nos falta expresarlo con palabras. No podemos jugar a que siempre sea el otro el que interprete lo que estamos sintiendo. El amor siempre lleva una comunicación verbal.

3. Complejo de adivino

Este punto es aplicado, sobre todo, a cuando algo nos pasa y queremos que sea el otro el que lo adivine, aunque también es así cuando tenemos alguna necesidad. Sin embargo, lo que de verdad funciona es pedir, expresar y hablar con el otro. Así se evitan la mayoría de los malentendidos.

4. Espacio

La convivencia puede acabar convirtiéndose en una cárcel para los dos miembros porque desde el principio no se han respetado los espacios, no se han marcado o no se han pedido. Cada uno tiene que tener su propio rincón o momentos donde el otro no esté, tanto dentro como fuera de casa. Eso oxigenará la relación y promoverá la independencia.

Vivir con nuestra pareja no tiene que ser algo complicado, especialmente si se delimitan varios puntos desde el principio, como la necesidad de pedir, los espacios o los tiempos de cada uno. Sin embargo, independientemente del punto en el que nos encontremos o del tiempo que se lleve juntos, se pueden generar estas nuevas pautas que nos ayuden a eliminar todos los roces.

* Ángel Rull, psicólogo.