Rodar en un "food truck" no es fácil en España porque la ley limita estos camiones de comida callejera a ferias o eventos privados. Sin embargo, aterrizan tímidamente de la mano de jóvenes emprendedores que lo han dejado todo para cocinar sobre ruedas o de conocidos chefs que los integran en sus negocios.

La historia del chef que abandona los fogones de un restaurante gastronómico de Los Ángeles para montar un camión de sandwiches junto su hijo, ("Chef"), que llega esta semana a la gran pantalla de la mano de Jean Favreau, no es nada descabellada: la realidad demuestra que esta fórmula gana adeptos, también en Europa.

Los "food trucks" son una auténtica institución en Estados Unidos, donde protagonizan festivales gastronómicos avalados por "foodies" que sirven de escaparate a muchos jóvenes cocineros de todo el mundo para mostrar sus especialidades. También son muy populares en Canadá, Australia o México.

Si se piensa en "food truck" como camión de comida callejera, el concepto es mucho más antiguo que la propia historia estadounidense; está documentado desde la Edad Media y existe desde hace siglos en Asia y Europa, desde los improvisados "pad thai" que se pueden comprar a altas horas de la madrugada en las calles de Bangkok hasta los puestos de "frites" belgas o de churros en España.

Sí es cierto que en Estados Unidos se ha dignificado el concepto de cocina callejera, tanto por la inercia de la propia moda como por el impulso por parte de asociaciones o cocineros: uno de ellos, el español José Andrés, que vende bocadillos de escalivada o jamón serrano en su "Pepe Food Truck" de Washington D.C..

"Si se profesionaliza la cocina callejera y hay chefs que hagan propuestas interesantes en este sentido es un concepto que puede recuperarse y tener mucho futuro en España", afirma a Efeagro el chef Pepe Rodríguez Rey, poco antes de entrar a ver "Chef" en el cine.

Para el cocinero de El Bohío (una estrella Michelín) y jurado de Masterchef, los "food trucks" no son más que una nueva versión de la venta ambulante "que ha existido toda la vida" y recuerda a las "besugueras" que vendían pescado escabechado en su pueblo, en lo que era "una forma muy ambulante de vender, muy precaria, pero que puede volverse a recuperar 'con cabeza'".

Una clara característica de los "food trucks" americanos es la posibilidad de estacionar por distintos periodos de tiempo en varios puntos y cocinar realmente sobre ruedas, algo que está prohibido en el conjunto de España.

Por eso, cada vez son más las plataformas que reivindican esta posibilidad, desde grupos en redes sociales hasta festivales alternativos que ponen en valor las ventajas de este formato de restaurante.

Hace poco más de un año que Gastón Gabrielli cambió el mundo de la publicidad por el de la cocina. Junto a su pareja, Priscilla Alfaro, nacida en Los Ángeles, montó "Eureka Street Food", un "food truck" con sabor californiano, tacos y cilantro, que ha cocinado en muchos eventos, pero que de momento no puede rodar.

"Entiendo que el proceso sea lento. Nosotros queremos luchar por ello porque nos apasiona, y creo que en España puede funcionar muy bien porque la gente es muy curiosa. Es un país que vive en la calle, al sol, la gente tiene cada vez menos tiempo y va de paso, simplemente hay que demostrar que se hace cocina de calidad", argumenta Gastón Gabrielli.

Mientras sus impulsores ansían un cambio en la legislación, en España son ya varios los cocineros que se suben a estos camiones para completar su modelo de negocio o incluso como hobby, ya que las limitaciones legales dificultan las rentabilidad.

Un ejemplo es la "Jaitxicha" del navarro Koldo Rodero, que ha ganado un concurso municipal para vender comida durante cuatro años en los Sanfermines, y que este año ha servido unos 40.000 perritos calientes en las fiestas pamplonicas.

Para este cocinero navarro ("Rodero", 1 estrella Michelín), "los chefs pueden hacer mucho en este sentido y aplicar sus conocimientos técnicos a la cocina callejera", con una oferta asequible y un buen control de las materias primas.

Un concepto de restaurante, al fin y al cabo, que aunque no es del todo nuevo puede renovarse, si consigue rodar.