Ayer domingo no fue un día de descanso para los ciudadanos de Fráncfort. La capital económica de Alemania cerró el fin de semana con tensión después de que las autoridades anunciasen el jueves el descubrimiento de una potente bomba británica de la segunda guerra mundial de hasta 1,8 toneladas soterrada en sus calles. Así, más de 60.000 personas tuvieron que ser desalojadas de sus casas en una operación que se ha complicado más de lo esperado y que se ha convertido en el mayor desalojo en el país desde 1945.

Como aseguraron los bomberos y la policía local, los tres detonantes de la bomba fueron desactivados pero en dos de los casos no se pudo remover el aire explosivo que contienen. Eso forzó a los cuerpos de seguridad a tener que detonar las dos cápsulas por separado. «Esto es tan peligroso como desactivar los detonantes», aseguró el presidente de la policía local, Gerhard Bereswill. El artefacto tiene hasta 1,4 toneladas de material explosivo.

Este problema hizo que toda la operación haya sido mucho más lenta. Durante la tarde se tuvo que desalojar otra área de la ciudad y, tras la negativa de uno de los vecinos, la policía tuvo que detenerle para facilitar así que el proceso de desactivación empezase a las 14:30, con más de dos horas y media de retraso. Ahora se estudiará si este individuo ha cometido un delito al retrasar la operación. Según aseguró el bombero Reinhold Ries en declaraciones al diario Frankfurter Allgemeine, la mayor parte de la población desalojada no podrá regresar a sus casas hasta medianoche.

La desactivación del artefacto duró más de cuatro horas y se realizó mediante una abrazadera de cohete con la que se desatornillaron los tres detonadores a distancia. La bomba era una mina aérea HC 4000 que fue lanzada por los británicos durante la segunda guerra mundial (1939-1945).

UNA SITUACIÓN INSÓLITA

El desalojo afectó a sitios emblemáticos de Francfort como la sede del Bundesbank, el Teatro de la Ópera o la Universidad Göethe además de hospitales y apartamentos residenciales.

La operación de desactivación también ha dejado ver la cara más simpática y amable de los ciudadanos. Así, los museos abrieron las puertas de forma gratuita, algunos hoteles rebajaron el precio a sus clientes e incluso hubo bares y locales que regalaron comida y cervezas.