Franco fue "un estadista benevolente" que promovió la física: así sentenció un profesor de la Universidad Autónoma de Madrid en una carta enviada en el 2002 a la revista Physics World. Muchos físicos españoles respondieron indignados, destacando que la dictadura originó el exilio de grandes investigadores y el encumbramiento de muchos mediocres.

"Esta polémica abrió el melón de la relación entre la dictadura y la física, de la que no se hablaba desde la transición", considera Xavier Roqué, miembro del Centro de Historia de la Ciencia de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Pese a todo, la física fue la joya de la destartalada corona de la ciencia franquista. A mediados de los años 60, las aplicaciones de esta disciplina a la energía nuclear eran las beneficiarias principales del presupuesto español para investigación, según un documento de la época que muestra Roqué. En los últimos años, este historiador experto en el tema ha revelado la ambigua e intensa relación de esa ciencia con el franquismo.

La predilección del régimen por la física arraiga en su "sueño atómico, parecido al de muchas naciones en los años 40", explica Roqué. Franco esperaba que España tuviera suficiente uranio, pero su represión había vaciado el país de cerebros. "La mitad de los 580 profesores que había antes de la guerra estaban muertos, exiliados o habían sido depurados", dice el historiador.

Acceso al mundo

En pocos años, fueron sustituidos por científicos afectos al régimen. Entre ellos, el militar José María Otero Navascués, "el hombre fuerte de la física en España desde el fin de la guerra civil hasta finales de los 60", que se esforzó en quitarle a la disciplina su aspecto materialista y ateo para someterla al nacionalcatolicismo. "De allí la costumbre de inaugurar centrales nucleares y reactores con la bendición de un obispo", dijo Roqué.

Más pragmáticamente, la física le dio a la España fascista una vía de acceso al mundo, que entonces la miraba como a un paria. España se unió a la campaña Átomos por la Paz, impulsada por los estadounidenses, que estaban interesados en vender al mundo su tecnología nuclear. En 1959, el país fue aceptado en la Asociación Internacional de la Energía Atómica (IAEA).

En la cultura popular

La efervescencia atómica se reflejó en la cultura popular: un anuncio de Freixenet que aseguraba que ese espumoso no iba a perder su sabor pese a la bomba de hidrógeno, un juego de mesa llamado El Secreto de la Bomba Atómica, la ruta atómica europea del diario La Vanguardia-

En 1951, Franco creó la Junta de Energía Nuclear (JEA), dirigida por Otero, y en 1961 España entró en la Organización Europea de Investigación Nuclear, el CERN de Ginebra. El régimen llegó a ofrecerle unas fincas en Madrid para construir un acelerador de partículas. "Donde corren los toros correrán los protones", dijo Otero en 1968. Sin embargo, España abandonó la organización un año después. El asunto fue tan trascendente que el Diario de Barcelona publicó un editorial en contra y un diario de Madrid colocó una viñeta de Otero en mallas de Hamlet bajo la leyenda "Cern o no Cern".

Esperanzas truncadas

¿Por qué España abandonó el CERN? Oficialmente, no se beneficiaba de ello, en número de científicos y de contratos, tanto como pretendía por su cuota de participación. Pero Roqué apunta a un documento de las Cortes en el que el régimen justificaba ese abandono con la inversión necesaria para desplegar su programa de centrales nucleares. "Es significativa la coincidencia con la inauguración de la primera central en 1968", explica Roqué.

Esa decisión truncó las esperanzas de muchos físicos españoles de ponerse a nivel europeo en calidad de investigación y propició una segunda fuga de cerebros. Mientras el despliegue de las centrales siguió en los años sucesivos, los físicos tuvieron que esperar hasta 1983 para volver a la organización europea.