En la pantalla del teléfono de Mercè apareció un número desconocido. Eran las siete y media de la mañana. La mujer contestó y escuchó la voz de su marido, Fèlix. Llamaba desde un móvil prestado para hacerle saber que viajaba en el tren accidentado de la Estación de Francia. «Cuando escuches la noticia, que sepáis que estoy bien», le tranquilizó avanzándose a la prensa.

Fèlix, un comercial de 62 años que cada mañana coge el tren R2 Sud en San Vicente de Calders, viajaba en el primer vagón y dio cuenta de que ya habían llegado y el tren «todavía no había frenado». Le contó a Mercè que él viajaba agarrado. Supone que precisamente por ese motivo, cuando se produjo el impacto, él permaneció quieto y fue embestido por varios pasajeros que no esperaban con la mano en un asidero que el convoy se detuviera del todo. «Dice que ha escuchado enseguida cómo se le rompía la pierna», contaba ayer la mujer en el Hospital Clínico, poco después de conocer que su marido tiene la tibia y el peroné fracturados.

Como Fèlix, Sílvia viajaba también en el primer vagón. «En realidad, todos los usuarios avanzan hacia el primer vagón cada día para acercarse a la salida de la estación cuando el tren se detenga», explicó ella. Por eso, el número de heridos aumenta a medida que los doce vagones se acercaban a la cabeza del tren. Ayer, tras el accidente, ella aguardaba sentada en un banco de la estación, con los periodistas a su espalda y con la vista perdida en las tareas de los equipos de emergencia. Junto a ella estaba Rosa, otra viajera, que presionaba con una gasa la herida superficial que sangraba en la rodilla.

«Estábamos todos de pie, a punto para bajar, por eso nos hemos caído», aclaraba. «¿Si hemos pasado nervios?, sí, sobre todo porque había gente herida en el suelo que no se levantaba», reconoció. Uno de los primeros bomberos que llegó a socorrer a las víctimas explicaba que el panorama era de tensión «pero no de pánico».

RUMOR DE ATENTADO

La escena que vivió Lidia, sin embargo, fue más intensa. La joven atendió a los medios de comunicación para explicar que en su vagón los nervios afloraron durante los instantes inmediatamente posteriores a la colisión. La sucesión de golpes que notaban en el interior del tren, provocada por el efecto acordeón que fue empotrando todos los vagones, provocó una sensación «parecida a la de un terremoto».

Entre los usuarios de su vagón, además, corrió el rumor de que podía tratarse de un atentado terrorista. «Ha habido gritos», relató la pasajera.