El 23 de marzo del 1989, un equipo de investigadores anunció la que, de ser cierta, hubiera sido la hazaña científica del siglo. Se trataba de la fusión fría, un nuevo enfoque que prometía proporcionar una fuente ilimitada de energía limpia mediante un proceso relativamente asequible. El entusiasmo causado por este anuncio, sin embargo, rápidamente se topó con el escepticismo de la comunidad científica, que veía esta técnica como demasiado prometedora para ser cierta. Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Nature parece zanjar el debate poniendo fin al sueño de la fusión fría. Tras 30 años de investigación, no hay pruebas de que la técnica funcione.

El recién publicado artículo, liderado por la University of British Columbia de Vancouver (Canadá) y financiado por Google, concluye que, a pesar del esfuerzo de los investigadores y la introducción de nuevas y sofisticadas técnicas de laboratorio, «el equipo no encontró evidencia alguna de fusión fría». Aun así, los expertos recuerdan que esta investigación fallida también ha dado pie a nuevos descubrimientos relacionados con materiales, herramientas y perspectivas que en un futuro podrán beneficiar a otras áreas de estudio. A partir de aquí, la historia de la fusión fría permite abrir el debate sobre hasta qué punto vale la pena seguir investigando en un área como esta. En sus inicios, la fusión fría se planteó como una alternativa a la fusión nuclear estándar, utilizada en las centrales termonucleares, para la que se necesita alcanzar temperaturas cercanas a la del Sol, por ejemplo, para dar pie a una reacción nuclear. En su homóloga fría, la propuesta era conseguir esta misma reacción bajo unas condiciones atmosféricas mucho más naturales. Se consiguió en un simple laboratorio, con herramientas corrientes y mediante un proceso de electrólisis, una técnica que permitiría fusionar átomos de helio para liberar grandes cantidades de energía. Este planteamiento, sin embargo, no ha dado resultado.