De uno en uno entran en el bar de Lérida acordado. Saludan, achican los ojos, se reconocen. "Tú también, eh?". Sonríen. "Es que seguro que somos más de cien". Asienten. Son siete hombres que pertenecen a generaciones nacidas entre 1967 y 1975 y que se educaron en el colegio Montserrat de los Hermanos Maristas de Lérida. Todos ellos sufrieron los abusos del hermano Moisés a mediados y finales de los 70 y comienzos de los 80.

Óscar S.C. (nacido en 1972), A.J.B. (1967), Jordi L.S. (1972), G.P.A. (1967), Xavi nombre falso (1972), David V.F. (1975) y Fernando L.M. (1972) revelan en una entrevista con EL PERIÓDICO cómo actuaba el religioso. Tras ver el documental de Netflix 'Examen de Conciencia' realizado por Albert Solé, el primero de ellos, Óscar, se cansó de esperar a que alguien contara lo que sucedió en Lérida. Y se propuso hacerlo él. Dio la voz en Facebook para buscar más exalumnos dispuestos a explicar qué les hizo el hermano Moisés y halló a seis. Este diario asiste a su primer encuentro, que transcurre en el centro de la ciudad.

Pronto surge una pregunta: "Merece la pena contarlo ahora?". Subrayan que no les mueve hacer daño a la institución y que son conscientes de que los docentes actuales no tienen nada que ver con el pasado de los Maristas. Por eso dudan.

El hermano Moisés era, o así lo recuerdan estos siete exalumnos que actualmente tienen entre 44 y 52 años, un hombre arrugado y enjuto. Con gafas. En la escuela no estaba a cargo de ninguna asignatura. Tenía la función de "bedel", el tipo que cambiaba las bombillas cuando se fundían, reparaba las cerraduras de las puertas o desatascaba el inodoro. Aunque si el nombre de "Moisés" sigue sobrevolando cada cena de antiguos alumnos se debe a "las revisiones médicas". Ni era médico, ni enfermero, pero aprovechaba aquellas exploraciones sanitarias para meterles mano.

¿POR QUÉ HACERLO PÚBLICO AHORA?

Desde que en febrero del 2016 este diario publicó el 'Caso Maristas', en multitud de lugares del territorio catalán y del resto de España han emergido abusos encubiertos en colegios religiosos y parroquias. No así en Lérida. "En el colegio de los Maristas confluían la mayoría de hijos de familias del tejido empresarial de la zona. Eso ayudó a que estas cosas se mantuvieran en silencio. Eran casas conservadoras con pavor a protagonizar escándalos y menos uno que incluyera abusos sexuales de menores en la Iglesia", explica Óscar. En ningún caso, aclaran, que no trascendiera la pederastia del hermano Moisés se debe a que este actuara con discreción o a espaldas del colegio. Todo lo contrario, era "vox populi, un secreto a voces".

A pesar de las dudas que plantea desenterrar o no el asunto, y de que algunos temen la reacción de alguna parte de la sociedad leridana, acaban por resolver que deben hacerlo público. "Porque queremos que se sepa, porque esto también pasaba aquí, porque si alguno de nuestros hijos sufriera lo mismo seríamos incapaces de relativizarlo como hacemos con nosotros, porque aunque Moisés lleve años muerto y enterrado en les Avellanes cementerio marista, y sea imposible juzgarlo, servirá para que los colegios leridanos tomen buena nota y mejoren la prevención", se convencen.

Existe otro motivo. "Tal vez los abusos que sufrimos nosotros no sean tan graves como otros que se han ido conociendo en los últimos tres años. Pero nos inquieta pensar que tal vez lo que vivimos era únicamente lo que Moisés hacía en público. Si hacía eso delante de todos, qué pudo haría cuando logró encerrarse a solas con algún crío?". Óscar ha abierto la cuenta de correos 'abusosmaristeslleida@gmail.com' porque intuyen que hay más víctimas con ganas de hablar y quieren encontrarlas.

LAS REVISIONES DEL HERMANO MOISÉS (1970-1985)

Para llevar a cabo la revisión médica, a los alumnos del colegio Montserrat les hacían desnudarse en el aula, dejar la ropa sobre el pupitre, y, ya en calzoncillos, salir en fila india por un pasillo -tan frío que bautizaron como 'la nevera'- en el que aguardaban las distintas fases de la exploración. En un despacho los medían y pesaban, en otro les miraban si tenían los pies planos, en un tercero les hacían una placa de rayos X para los pulmones. En el último comprobaban si padecían fimosis. La enfermera que llevaba a cabo esta última exploración era una profesional de la que nada objetan. El problema era que justo antes de que ella les atendiera, les esperaba el hermano Moisés.

A Óscar le palpó los genitales por fuera y él -a los 9 años- creyó que formaba parte de la revisión médica. Jordi lo vivió igual que su amigo Óscar porque ambos formaban parte de la misma fila junto a otros 42 alumnos que pasaron por lo mismo. Jordi no solo pensó que aquello era normal sino que admite que si entonces alguien le hubiera alertado de que se trataba de un abuso habría reaccionado negándolo y defendiendo al hermano Moisés: suponer que un hombre religioso actuaba mal no entraba era inconcebible. A David le metió la mano por dentro de los calzoncillos pero solo recuerda que le magreó el trasero. Fernando cuenta que, tras palparle los genitales por encima de la prenda interior, le dio un caramelo. "Nos daba una golosina porque aparentaba que él estaba allí para ser la cara conocida del colegio que nos tranquilizaba al final de la revisión. Nada más lejos de la verdad: estaba allí por otro motivo, tocarnos".

A.J.B. y G.P.A. son los más exalumnos más antiguos y, en consecuencia, sufrieron los abusos de Moisés varios años antes que el resto. De sus recuerdos se desprende que el hermano marista fue mejorando con el paso del tiempo la forma de infiltrarse en las revisiones. Cuando les metía mano a ellos, a mediados de los 70, "Moisés se comportaba como un depravado que trataba de meter mano sin ningún tipo de control". Cuando tocó al resto, el hermano simulaba formar parte de la inspección sanitaria. "A medida que íbamos creciendo, intentábamos protegernos porque sabíamos que era peligroso", explica A.J.B.

G.P.A. recuerda a Moisés en una de esas revisiones sentado en un pupitre cogiendo datos a los alumnos. "Qué datos iba a pedir si ya los tenía todos?", se pregunta ahora. G.P.A. vio ese día que el hermano le tocaba los genitales a un crío mientras anotaba su nombres y apellidos en el cuaderno. Él optó por acercarse a la mesa de Moisés con las manos cruzadas frente a los genitales. "Él se dio cuenta, hizo una mueca y me dijo que ya podía irme, sin pedirme ningún dato", evidencia.

Xavi, el único de los exalumnos que pide usar un nombre falso, sufrió algo distinto. A él no solo le tocó los días de la revisión. "Cuando estaba en párvulos, tendría 5 o 6 años, entraba en los lavabos mientras orinaba y me cogía el pene", explica visiblemente molesto. Desde entonces Xavi no ha podido volver a orinar en ningún urinario público, a menos que pueda cerrar la puerta y quedarse a solas.

EL ENCUBRIMIENTO

Los siete hombres coinciden en concluir que el colegio encubrió al hermano Moisés. Mientras Moisés los tocaba, tenía que haber adultos merodeando y ninguno de estos hizo nada para frenarlo. A pesar de que el colegio estaba al corriente de cómo se comportaba durante las revisiones médicas.

Difieren en parte al valorar el grado de complicidad entre abusador e institución. "Creo que ese día nos convertíamos en carnaza para el hermano y que la dirección del centro accedía a que eso sucediera", lamenta Jordi. "A mí me cuesta un poco verlo así. Considero que trataban la pederastia como lo haría una secta, desde el corporativismo más estricto, si uno de sus miembros tenía esta debilidad, lo protegían y lo tapaban. Y si ello implicaba que algunos menores de edad que tenían a su cargo siguieran pagando las consecuencias, lo encajaban como un mal menor", resume Óscar.

De "males menores" del hermano Moisés hubo cientos. Los siete exalumnos señalan que había dos clases de 40 pupilos por curso y que todos, durante décadas, pasaron por las revisiones médicas del colegio Montserrat. Los siete meditan presentar una denuncia conjunta a los Mossos d'Esquadra durante los próximos días.