Paul Budnitz (Berkeley, California, 1967) se presenta como alguien que "concibe y crea cosas bellas que cambian el mundo". La modestia no parece el punto fuerte de este hombre en cuyo currículo, hasta ahora, destacaban la fundación de una docena de empresas, incluyendo una de bicis de lujo y la de juguetes-piezas de arte Kidrobot, algún libro y una película premiada en Berlín.

Pero quizá este precoz talento digital de mente creativa y espíritu emprendedor, hijo de un ingeniero nuclear y una trabajadora social y graduado en artes en Yale, tampoco deba ser falsamente humilde. Su última creación, la red social Ello, es el último fenómeno digital, el más comentado y buscado --solo se accede por invitación-- y un recordatorio para Facebook de que, aunque haya logrado 1.300 millones de usuarios, hay quien busca alternativas.

Ideas claras

Ello nació el año pasado como una herramienta de comunicación entre Paul Budnitz y un centenar de amigos suyos hartos --como él-- de redes sociales que no cumplen con sus estándares de diseño y donde molestan la publicidad y la masificación. El interés fue creciendo y en verano lanzaron una versión pública. El 7 de agosto tenía 90 usuarios.

Ello se presentaba con toda una declaración de intenciones. "Tu red social es propiedad de los anunciantes --denuncia el manifiesto de portada--. Cada post que compartes, amigo que haces y enlace que sigues son rastreados, grabados y convertidos en data. Usan tus datos para mostrarte más anuncios. Tu eres el producto que se compra y se vende (...) No eres un producto". Si se pincha en "de acuerdo", aparece la solicitud de invitación. Elegir "desacuerdo" remite a la creación de Mark Zuckerberg.

La idea --una red de diseño simple y elegante que promete que nunca tendrá anuncios ni comerciará con datos que no recoge, como la identidad, la edad o el género-- empezó a atraer a gente creativa, a europeos preocupados por la privacidad y a techies. Sin que a nadie se le escape la ironía, Facebook y Twitter empezaron a llenarse de mensajes de quienes anunciaban su entrada en la nueva red y de quienes pedían ser invitados. En un mundo regido por el miedo a perderse o quedarse fuera de la última tendencia, Ello se hacía indispensable.

Estalló como fenómeno a mediados de septiembre, cuando un grupo de artistas drag de San Francisco empezó el éxodo desde Facebook hacia Ello después de que la primera cerrara sus cuentas por no usar los nombres que aparecen en el pasaporte o en el carnet de conducir. Les siguieron más artistas y la onda Ello, que ofrece la opción del anonimato, se expandió más.

Aunque, tras dos semanas de polémica, este miércoles Facebook pidió perdón a gais, lesbianas, bisexuales y transexuales y anunció que hará una excepción en su política de uso de nombre real, Ello ha sacado partida: está recibiendo entre 40.000 y 50.000 peticiones de invitaciones cada hora. Está por ver si, como tantos otros proyectos digitales, es flor de un día o verdadero éxito. Con casi 400.000 euros inyectados por inversores, tiene que salir adelante como negocio, potencialmente funcionando con una especie de tienda de aplicaciones. Debe ponerse las pilas (y envía mensajes asegurando que lo está haciendo) para dar opciones de bloquear a seguidores no deseados.

"Irremediablemente naíf"

De momento, no obstante, Budnitz puede apuntarse el triunfo de haber logrado que se hable de Ello, y mucho, bien y mal. Unos lo denostan ya como algo "hipster" e "irremediablemente naíf" y hasta la revista del MIT, que cruza los dedos para que alcance su potencial, lo compara con "una fiesta en una galería muy hip en la que la lista de invitados es secreta. La gente llega, contenta de ver a quién conoce, pero confundida de por qué está aquí" .

Budnitz lucha con la idea de que ha creado "el antifacebook". Insiste en que la filosofía es otra ("no queremos a todo el mundo, queremos crear comunidad"), y en alguna entrevista ha explicado que Ello "no está aquí para competir con Facebook". "De hecho --ha dicho-- no consideramos Facebook una red social: lo vemos como una plataforma de publicidad". Touché.