Unos buscan a sus familiares. Otros un lugar dormir. Hay tristeza, cansancio y también rabia entre las víctimas del incendio de la torre de Grenfell, en Latimer Road. Todos los que han sobrevivido a la tragedia están traumatizados. También los testigos. Dani Svetla, una mujer que vive justo enfrente de la torre y también ha sido evacuada, apenas prueba el sándwich que ha pedido. Aún oye, dice, los gritos de quienes pedían socorro. «He visto gente saltando por las ventanas. He visto como tiraban niños al vacío con la esperanza de que se salvaran. Y lo peor es que no podíamos hacer nada».

«Sabía que iba a pasar. En el bloque había un incidente después de otro. Tuvimos fugas de gas. Si no fuera por mi vecino que me avisó, no estaría aquí», cuenta Aayla Moses. una mujer de color de unos cincuenta años que vivía en la torre. Cuando abrió la puerta de su piso pocos minutos antes de la una de la madrugada sólo tuvo tiempo de ponerse la bata y las zapatillas antes de bajar corriendo las escaleras. «Las llamas estaban subiendo rápidamente. En menos de media hora habían llegado a todas las plantas por el lado izquierdo». Sus hijos la rodean protectores a la puerta del centro de Rugby Portobello. «Me he quedado sin nada. Lo he perdido todo, incluso mi pasaporte».

Dentro del centro deportivo, la cancha cubierta de baloncesto se ha convertido en el cuartel general de los afectados. Entre puestos de comida y refrescos, junto a niños de corta edad que juegan en un jardín de infancia improvisado, agentes de la policía recogen por escrito los testimonios de quienes estaban en el inmueble y de quienes buscan familiares desaparecidos.

Una joven de origen probablemente somalí quiere saber de ocho de sus familiares que vivían en la planta 17. «Hablé con ellos cuando estaban tratando de salir, pero desde las tres de la mañana no he podido volver a comunicarme y nadie me dice nada», cuenta emocionada. Voluntarios de Cruz Roja tratan de tranquilizarla. Abundan los grupos de mujeres con la cabeza cubierta por pañuelos. Musulmanas como Fatima y Khadige, que esperan conocer lo ocurrido con los cinco miembros de una familia amiga, dos adultos y tres niños, que vivían en la planta 21 del edificio.

Apoyo de voluntarios

Voluntarios de Muslin Aid y Islamic Relief UK, dos organizaciones benéficas musulmanas, recorren el lugar ofreciendo apoyo emocional y agua mineral. Muy cerca, la iglesia católica de San Francisco de Asís ha abierto sus puertas para ofrecer refugio y tazas de té. La torre incendiada se encuentra en la parte más popular y modesta de Notting Hill, con muchas viviendas sociales administradas por el municipio. Posee una mezcla de gentes de todas las procedencias imaginables, como era el caso en la torre Grenfell. «En un bloque así te puedes encontrar con gente de 50 nacionalidades fácilmente. Gente que va y viene, junto a residentes que llevan muchos años», confirma Santiago Soto, que junto a su pareja, Carmen, está organizando en el Harrow Club, otro centro social, la incesante llegada de donaciones de ropa y víveres.