Cuando Vanesa aporreó la puerta 2B del número 12 de la calle de Pedro Martínez del barrio madrileño de Carabanchel, Jorge Diego, su exmarido ya lo había hecho. El hijo pequeño de 18 meses se desangraba por la herida abierta en el cuello. Su padre le había degollado. Mientras el mayor, de cinco años, yacía en el suelo con un cuchillo de cocina todavía clavado en su espalda. Los gritos desesperados de la madre alertaron a los vecinos. Pasaba media hora de la media noche del domingo. Los servicios de emergencia no pudieron hacer nada por el bebé, y trasladaron al mayor al hospital Doce de Octubre donde fue intervenido quirúrgicamente. Su padre le había dado cuatro puñaladas. Ninguna afectó a un órgano vital por lo que los médicos creen que saldrá adelante.

La madre, la abuela y una tía materna se encuentran todas ingresadas en el mismo hospital, incapaces de soportar tanto dolor. El padre fue detenido en la vivienda y trasladado a las dependencias de la jefatura superior de la policía de Madrid. A esta hora los investigadores del grupo de homicidios todavía no le habían podido tomar declaración. Quería vengarse de ella.

La pareja, él de Uruguay y ella de Ecuador, llevaba varias semanas separada. La mujer se había ido con los niños a casa de un familiar, pero los niños pasaban algún fin de semana en casa del padre. A última hora de la noche del domingo, la mujer telefoneó a su exmarido y notó alguna cosa extraña porque se trasladó hasta la casa en compañía de varios familiares. Al subir se encontró con una escena indescriptible.

El hombre dejó dos notas. Una carta en la que contaba que mataba a sus hijos para "salvarlos de no llevar la misma vida que su madre". Y otra nota en la cartilla de ahorros en las que advertía que todo el dinero debería ser enviado a sus padres, en Uruguay. Los investigadores sospechan que entre los planes del padre estaba suicidarse tras matar a sus hijos, pero, o la madre llegó a la vivienda antes de lo previsto, o se arrepintió.