Cada año podríamos estar ingiriendo hasta 120.000 partículas de microplásticos. Las trazas de estos minúsculos fragmentos de polímero ya han sido halladas en alimentos como el pescado, el marisco, los azúcares agregados, el alcohol, el agua e incluso en el aire. Ahora, un nuevo estudio publicado ayer en la revista Environmental Science & Technology concluye que el consumo inadvertido de estas sustancias está aumentando a la par que el abuso de este material.

La investigación, liderada por un equipo de la Universidad de Victoria en Canadá, ha puesto en común los resultados de 26 estudios previos en los que se estimaba la cantidad de partículas de microplásticos halladas en alimentos. Esta información fue posteriormente extrapolada siguiendo las ingestas diarias recomendadas de estos productos marcadas por las autoridades sanitarias (2015-2020 Dietary Guidelines for Americans). Los datos obtenidos apuntan a que cada ciudadano podría estar consumiendo entre 70.000 y 120.000 partículas de polímero por año. El consumo de agua embotellada podría implicar hasta 90.000 microscópicos fragmentos de plástico más.

Estas cifras, sin embargo, podrían ser tan solo la punta del iceberg. Aún faltan datos para evaluar la presencia de microplásticos en el entorno, por lo que los valores obtenidos hasta la fecha podrían haber sido subestimados. Falta investigar, por ejemplo, la presencia de estos compuestos en productos como cereales, verduras, carne de res y aves de corral, que representan las principales fuentes de nutrición. Paralelamente, los efectos adversos de estas partículas microscópicas, capaces incluso de penetrar en los tejidos humanos, sobre los organismos siguen siendo objeto de estudio.

COMPUESTOS TÓXICOS

El peligro de los microplásticos no se limita a los efectos adversos asociados con la ingesta de estos minúsculos fragmentos de polímero. El verdadero riesgo podría estar en las sustancias que se añaden a este material para modificar sus propiedades. «Entre los más de 3.000 compuestos químicos utilizados para la fabricación del plástico al menos 60 se relacionan con un riesgo para la salud», argumenta Ethel Eljarrat, investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC).

La toxicidad de estas sustancias, ingeridas por los organismos en minúsculas cantidades, no se manifiesta de un día para otro. Se trata de un proceso crónico del que todavía desconocemos la magnitud. La razón es que la mayoría de organismos, entre los que nos incluimos, no son capaces de metabolizar varios de los compuestos químicos asociados a los microplásticos por lo que la ingesta de estos compuestos, aunque en cantidades microscópicas, perdura durante toda la vida.

«Se están encontrando trazas de microplásticos en la nieve, en la lluvia, en el fondo del mar y en las montañas. Todo lo que compramos está envuelto en plástico y seguimos actuando como si esto no tuviera ninguna consecuencia», argumenta la investigadora Anna Sànchez Vidal.