Algo está cambiando en los hogares. La crisis, las nuevas modalidades familiares y una nueva mentalidad están -por fin- equiparando el trabajo en casa de hombres y mujeres. El reparto de las tareas domésticas va igualándose de manera equitativa y empieza a ser lo habitual entre las parejas más jóvenes. «Hay una tendencia creciente a que el hombre asuma el rol de cuidador y en muchas familias él ya se hace cargo de los hijos y de la casa en las mismas condiciones que ella», asegura Livia Oláh, demógrafa de la Universidad de Estocolmo. Es lo que la investigadora denomina la segunda fase de la revolución de la mujer que se inició en Europa hacia los años 80 (en España, algo más tarde).

«En estos momentos, las familias son vistas como entidades dinámicas, en las que los roles cambian incluso a diario, porque también las relaciones de género, los valores y las actitudes han cambiado», señala Oláh.

Después de varias décadas en que la mujer, con su incorporación al mercado laboral, tuvo que simultanear el trabajo de dentro y de fuera de casa (la maldita conciliación), «ahora ellos, los hombres, se muestran más activos, más responsables de sus hijos y las parejas son más flexibles a realizar tareas sin distinción de género», asegura la profesora escandinava.

TENDENCIA DESDE EL 2010 / En España, la tendencia quedó ya reflejada en las encuestas sobre el Empleo del Tiempo del Instituto Nacional de Estadística. La última de ellas, del 2010, constataba que las mujeres dedicaban cada día dos horas y cuarto más que los hombres a las tareas del hogar. No obstante, desde el 2003 (cuando se había realizado la anterior encuesta), «los varones habían recortado esta diferencia en 41 minutos», destacaba el estudio.

Es de suponer que algo más se habrá avanzado en los siete años que han pasado desde entonces, ni que sea porque hay hogares, como ha ocurrido en entornos más desfavorecidos, en los que la mujer ha vuelto a incorporarse al mercado laboral (aunque sea en la economía sumergida) y el hombre sigue en paro y, por tanto, tiene más tiempo para hacerse cargo de tareas tradicionalmente asignadas a las féminas.

«Efectivamente, estamos avanzando en este terreno, aunque en España todo va bastante más lento que en los países nórdicos», corrobora Diana Marre, profesora de Antropología Social y Cultural en la Universidad Autónoma. Entre otras razones, apunta, «porque el marco legal aquí tampoco lo propicia demasiado». Solo desde el pasado 1 de enero, los padres españoles disponen de cuatro semanas de permiso, totalmente retribuido, tras el nacimiento de un hijo.

Hasta el 2016, cuando solo se concedían dos semanas de baja, eran aproximadamente 240.000 los varones que se beneficiaban de este subsidio cada año, algo menos del 60% del número de nacimientos que se registran anualmente en España.

CAMBIO DE MENTALIDAD / En Suecia, el primer país del mundo que concedió permisos de paternidad (ya en 1974), las ayudas para quienes acaban de ser padres son de hasta 16 meses, con el 100% del salario garantizado. «Los cambios legales, instituidos hace más de cuatro décadas, propiciaron que también hubiera cambios en las mentalidades y que se rompieran estereotipos vinculados al género», señala Oláh. «Al principio, los hombres se tomaban las bajas de paternidad aunque solo fuera porque era una oportunidad que les concedía el Gobierno. Con eso se consiguió que muchos asumieran roles que hasta entonces les eran ajenos», subraya.

«Y, si bien es cierto que en España el hombre también empieza a participar en el cuidado de las personas, este es un sector que está todavía altamente feminizado», advierte Marre, que también dirige el grupo de investigación Adopciones, Familias e Infancias (Afin) de la Universidad Autónoma. «De hecho -agrega-, la implicación de los hombres en la crianza de los hijos, las denominadas nuevas paternidades, tiene ya un fuerte reconocimiento social y mucha visibilidad, aunque no ocurre lo mismo con los hombres que cuidan a personas mayores o en situación de dependencia, sean estas sus esposas, sus padres o sus hijos».

Aunque queda mucho camino por recorrer, tal vez «debería reformularse también la definición de crianza de los hijos. ¿Por qué no se incluye el acompañar a los niños al entrenamiento de fútbol? ¿No está ese hombre cuidando también así de su hijo?», sugiere la antropóloga, que rompe una lanza por el reconocimiento de lo que hacen ya algunos hombres. Con el cuidado de los niños (o de la casa), protestan algunos hombres, es casi imposible llegar a la segunda fase. ¿Por qué? «Pues porque nunca conseguiremos, por ejemplo, tender la ropa exactamente como ellas quieren», se lamentan ellos.