La Marcha por la Dignidad inundó ayer el centro de Madrid con decenas de miles de personas, en una de las manifestaciones más multitudinarias de los últimos años y la más diversa, sin duda, al contar con gentes de toda España, muchas de ellas llegadas a pie para exigir "pan, trabajo y techo" y pedir al Gobierno que "se vaya".

Una vez acabada la manifestación y después de que la policía abortara en el paseo de Recoletos un intento de acampada, un pequeño grupo de encapuchados comenzó a lanzar objetos a los antidisturbios que separaban la manifestación de la sede del PP en la calle Génova. Así es como empezó un violento enfrentamiento callejero que, al cierre de esta edición, se saldaba con 71 heridos leves, 30 de ellos policías, y 27 detenidos.

'PEOR IMPOSIBLE' Las historias que se escucharon en la marcha tenían un denominador común: ni un gramo de resignación. "Son ya muchos años de crisis y a nosotros cada vez nos va peor y no le vemos ninguna salida más que venir a protestar", contaba Adela, una asturiana que había recorrido 400 kilómetros de ruta a pie para quejarse en Madrid y contar que había tenido que vender casi todas sus vacas.

La protesta fue la más animada que se recuerda en Madrid, quizás por la aportación de las gentes del sur. Un sevillano y el murciano José Coy, empleado de la construcción en paro, se adueñó del micrófono y desde la cabecera lanzó un recital de pareados: Urdangarin, a trabajar al Burger King, Marichalar, a trabajar a Pizza Hut, Cayetana de Alba, a pico y pala, y así hasta el infinito.

No es tarea fácil contabilizar la marea humana que intentó llegar a Colón desde Atocha. Los organizadores hablaron de más de dos millones. En cualquier caso, sus previsiones iniciales, que cifraban los asistentes en 60.000, quedaron ampliamente desbordadas. Las ocho columnas que habían partido de todos los puntos de España empezaron a reunirse en Atocha antes de la cinco de la tarde, pero a esa hora Cibeles, un kilómetro más allá, ya estaba repleto de gente que se fue incorporando a la marcha conforme avanzaba. No al pago de la deuda. Fuera los Gobiernos de la Troika. No más recortes. Pan, Trabajo y Techo, se podía leer en la pancarta que abría la marcha.

Las columnas no estaban solo integradas por los que llegaron caminando sino también por los pasajeros (de más de mil autocares los cientos de autocares que empezaron a llegar el viernes). La columna aragonesa cruzó Madrid, junto con navarros y catalanes, por la calle Alcalá.

El resto de columnas procedían de Andalucía, la más numerosa, del Este (Valencia y Murcia), del Norte, Oeste (Castilla-La Mancha y Extremadura), de Galicia, Noroeste y la llamada columna exterior, formada por jóvenes emigrados forzosos.

EMERGENCIA SOCIAL Una vez en Colón, el actor Willy Toledo y la periodista Olga Rodríguez dieron lectura al manifiesto desde el escenario situado en el centro de la plaza: "En el 2014 nos encontramos ante una situación extremadamente difícil, una situación límite, de emergencia social, que nos convoca a dar una respuesta colectiva y masiva de la clase trabajadora, la ciudadanía y los pueblos". "Hoy empezamos a ver que el miedo está cambiando de bando, pues que nos tenga miedo. Viva la lucha de la clase obrera. Sí se puede", proclamó después el representante de la columna asturiana.

La organización estaba integrada por una amalgama de colectivos tan heterogéneos como el Sindicato Andaluz de Trabajadores del Campo (SAT) de Javier Sánchez Gordillo, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), las mareas ciudadanas de todos los colores y el 15M, unidos por el rechazo a los recortes y los reproches a las políticas de la formaciones mayoritarias.

El PSOE ni asomó la nariz y aunque la Cumbre Social Estatal, sindicatos UGT, CCOO y USO, la apoyaba ninguno de los dirigentes de estas formaciones se pasó por allí. Tampoco lo hizo Cayo Lara, el coordinador federal de Izquierda Unida, aunque sus militantes acudieron de modo masivo con banderas y pancartas y él llamó después al Gobierno a "escuchar el clamor de la calle". La líder de la PAH, Ada Colau, se manifestó con su familia pero rehuyó el protagonismo.

Los organizadores se habían planteado una reedición de la acampada de la Puerta del Sol, que situó la primavera española del 2010 en todos los noticiaros del mundo. Muchos aseguraron que no habían recorrido a pie cientos de kilómetros para "lanzar cuatro gritos y volverse a casa". Pero la policía tenía órdenes de cortar de raíz cualquier intento y así lo recordó ayer mismo la Delegada del Gobierno en Twitter: "Acampar en Madrid está prohibido. Las Fuerzas de Seguridad harán cumplir la ley". Y así fue. Lograron plantar una pocas tiendas y una gran lona en el paseo de Recoletos, pero apenas duró una hora. Durante la madrugada se esperaban nuevos intentos.