Cuando no era famosa y Harry Potter sólo era un sueño, la escritora J.K. Rowling no tenía un penique y logró sobrevivir gracias a un préstamo que le hizo su mejor amiga. La oficinista Fiona Wilson le dio 6.000 euros a mediados de los años 90 para que pudiera obtener el título de profesora. Años después, cuando la suerte cambió, Rowling le regaló a su antigua benefactora un piso que ha sido valorado hoy en 300.000 euros.