Tatsuhiro Ishikawa dirigía 20 años atrás el equipo especial de la Fiscalía que investigó los más intrincados casos de corrupción del distrito de Tokyo. Un trabajo que exige una mente ágil. El pasado año perdió el control de su vehículo sin razón aparente, arrolló a un peatón y su coche acabó incrustado en un comercio. Ningún atropello mortal estimuló el debate social ni aceleró la reacción gubernamental como el del casi octogenario Ishikawa.

Japón es el país con la población más envejecida del mundo y el más resuelto en rebajar los accidentes causados por conductores de reflejos declinantes. Esta semana ha anunciado su último plan. A los mayores de 75 años solo se les renovará la licencia si cuentan con un sistema de frenado inteligente en sus vehículos. Incluye unos sensores que detectan los obstáculos cercanos y, si el conductor pisa el acelerador, el coche lo interpreta como un error y acciona los frenos. Las estadísticas policiales muestran que la confusión con los pedales es la principal causa de los accidentes con conductores mayores. El plan contempla también la prohibición de circular en las inmediaciones de los colegios, la mejora del transporte público, el estímulo de los coches compartidos y la progresiva introducción de los vehículos autónomos. El proyecto será desarrollado por el Ministerio de Transporte para que sea aprobado a finales de año.

El listado de accidentes, muchos con víctimas infantiles, había generado la alarma social. Un hombre de 87 años arrolló a varios transeúntes en un paso cebra de Tokyo tras ignorar un semáforo en rojo. Murieron una mujer y su hija. Una conductora de 74 años atropelló a dos niñas en Fukuoka unos días después. La hemeroteca descubre muchos casos similares. No podemos esperar más para asegurarnos de que los niños no corren peligro en sus trayectos al colegio, afirmó el presidente, Shinzo Abe, tras la presentación del plan. Tokyo también estudia que policías retirados y líderes comunitarios acompañen a los escolares.

Ejemplo de seguridad vial

Japón es un ejemplo también en seguridad vial. En el 2018 batió su récord negativo con apenas 3.532 muertes, 162 por debajo del ejercicio anterior. Y en ese admirable cuadro chirría el aumento del 15 % de los accidentes causados por conductores mayores de 75 años, según la Agencia Nacional de Policía. Influyen las aptitudes declinantes y un paradójico optimismo que desemboca en la relajación. Solo un 10 % de los conductores treintañeros se considera capaz de evitar los accidentes, mientras el porcentaje alcanza el 53 % en los mayores de 75 años, según un estudio de la Universidad Rissho liderado por el experto Masabumi Tokoro.

Los esfuerzos de las autoridades no han sido escasos ni tibios. Desde el 2016 es obligatorio que los mayores de 75 años se sometan cada tres años a una revisión médica que mide sus reflejos y detecta signos de demencia. Y desde los gobiernos locales y las grandes compañías se encadenan incentivos para que los ancianos entreguen voluntariamente su carné de conducir: descuentos en restaurantes, en baños y transportes públicos e incluso en los gastos funerarios.

El coche es imprescindible

Esos llamamientos a la responsabilidad han conseguido que las licencias entregadas se hayan triplicado en un lustro. Más de 400.000 conductores renunciaron el pasado año. Es un número apreciable en un país que sublima el interés comunitario pero aún insuficiente. En el 2015 había casi cinco millones de conductores de más de 75 años, el doble que una década atrás. Y uno de cada cuatro octogenarios utiliza el coche a diario, revelaba una encuesta reciente.

Contra la pretensión gubernamental conspiran factores psicológicos y logísticos. Los ancianos actuales integran la primera generación que disfrutó del coche y no siempre es fácil asumir la derrota frente al tiempo. Y la mayoría de conductores ancianos vive en zonas rurales porque, sin las ejemplares redes de transporte público de las grandes ciudades, el vehículo privado es imprescindible para sus visitas al hospital o al supermercado.

El envés de esos venerables ancianos que vencen la lógica biológica es una problemática social y económica sin remedio a la vista. Japón comprendió años atrás que el envejecimiento demográfico impactaría en la seguridad vial, tomó medidas y señalizó el camino. Los estudios pronostican que en el 2040 los españoles arrebatarán el tradicional liderazgo japonés en esperanza de vida.