-La cirugía estética junto con la psiquiatría son los oficios del futuro, dice usted. Sí, vamos a vivir 90 años, los hombres, y 100 años, las mujeres, y todos vamos a querer estar bien. Viviremos con las presiones de mejorar el aspecto, fruto de la influencia americana, y nos tendremos que poner en manos del psiquiatra.

-La cirugía que usted maneja desde hace 38 años se ha disparado. ¿Cuántas operaciones hace al año? Unas 700. En los últimos cinco años en España han subido las operaciones estéticas aproximadamente un 50%. Se hacen unas 50.000 al año. Somos la primera potencia en Europa, vienen de todo el continente a operarse por la reconocida calidad y prestigio de los profesionales de aquí. Somos serios.

-Cada vez se animan más hombres... Es la cirugía del siglo XXI. La mujer es cautiva de la belleza y los hombres han experimentado un incremento del 30%. Lo del hombre, cuanto más oso más hermoso, ya no funciona. Ahora quieren ser más guapetones y se cuidan.

-¿Usted también? Sí, mis ayudantes me operaron los párpados, queda la mirada más limpia.

-¿Qué se operan los hombres? Michelines, las bolsas de los ojos, orejas, nariz... También se quitan las mamas si tienen. Vino uno con un gran complejo, no iba al gimnasio porque le llamaban “el tetitas”, y ahora va feliz y contento.

-Pero la plástica no lo arregla todo. ¿Convendrá que algunos necesitan más el diván que el bisturí? Los excesos son malos para todo en la vida. Y operarse no es como ir a la peluquería, tiene sus riesgos. Este es un error grave. Tiene que haber un buen anestesista y un buen centro, así es segura. Pero en mi consulta son una minoría los casos patológicos. Vienen a hacerse solo algún retoque por algún complejo que les mejorará la vida. Una nariz muy grande si se corrige a una más armónica, te cambia la vida. La cirugía estética sin abusar es bienestar, da ánimo y alegría. Pero tiene que ser discreta a todos los niveles, sutil, natural, no invasiva, si no es patológica y no queda bien. La mejor cirugía es la que no se nota. Si se corrige algo y queda natural, ¡bingo!

-Hay caras que quedan irreconocibles. Sí, se hacen destrozos. Hubo unos años que se pusieron de moda los labios como salchichas. Ahora los excesos suceden con los pinchazos en los pómulos. Se cree que sube la cara y lo que hace es hincharla, queda como un bloque, sin expresión ni gestualidad, no sonríen, como marionetas. Eso sí es patológico, no es bonito.

-¿Se ha negado usted a operar a alguien? Una vez llegó un profesor de autoescuela diciéndome que quería unas orejas acabadas en punta. “¿Cómo Drácula?”, le pregunté. “Sí”, me contestó. Le acompañé a la puerta y le dije adiós.

-¿Más casos? Cosas ordinarias no hago. Cuando me vienen mujeres pidiendo una talla 120 de pecho, les digo: ¡Eso no lo sé hacer!”.

-Usted introdujo el botox en España. Sí, junto con el dermatólogo Pedro Jaén. En 1995, nos lo enseñaron en Bélgica y lo empezamos a usar cada uno en su campo. Bien usado es favorecedor, es una gran herramienta. Se usa también en neurociencia, en trauma...

-¿Vienen muchos clientes con las fotos de famosas o famosos para parecerse? Sí, sobre todo de Elsa Pataky, tiene mucho éxito.

-Claro, la dejó usted muy bien, y a Isabel Preysler. De eso no hablo. Pero siempre hay que mirar la armonía, cada persona es un caso diferente. Yo les digo que hay que adaptarse y sacar lo mejor de cada uno. Si me viene una mujer grandota y fuerte que quiere una naricita a lo Carolina de Mónaco, le digo que no. Sería un desastre, como Cristo con dos pistolas, no queda bien.