Las llamas golpeaban muy fuerte la camioneta, choqué contra un pino y caminé». Hugo Santos, de 33 años, explicaba de esta manera cómo logró salvar a su familia. Hablaba desde el Hospital de Avelar, en el municipio de Ansiao, donde su padre, de 57 años y con poca movilidad estaba ingresado. No tienen donde vivir. «La casa ardió toda, quedó todo quemado. Me he quedado sin nada», relataba este vecino de Figueira. Los márgenes de la carretera quedaron totalmente calcinados por las llamas.

Hugo logró salvar a su padre, a su mujer y a su hija de 11 años. «Temía por la vida de todos, pensé que nos quedábamos allí», repetía al recordar cómo las llamas «golpearon» insistentemente el vehículo. Temió perder el control de la camioneta «varias veces». Le costaba encontrar las palabras para explicar cómo se salvó y como sucedió todo. «Nunca, nunca, he visto una cosa igual», aseguraba, refiriéndose al modo en el que incendio se desencadenó y la intensidad con que se propagó.

UNA NOCHE TERRIBLE / En el banco de la parada de autobús de Nodeirinho, en Pedrógão Grande, descansaba Eugenio. «La noche terrible» pasó, pero perdurará durante años en su memoria y en los habitantes del municipio. «Nunca he visto nada así, el fuego volaba», afirmaba al Diario de Noticias.

Mientras, consolaba a su amigo Manuel. Ambos pasaron la noche en vela. No combatieron el fuego, estuvieron huyendo de él. En la aldea queda la memoria de los muertos: «la suegra de Aníbal y la mujer», «la hija de Ricardo», recitaba. Gente de la tierra.

«El viento transportaba las llamas», subrayaba Manuel Faria, dueño de una serrería que solo resultó afectada parcialmente. «En el aire se veía un tifón con el fuego que barrió todo», le apuntaba un compañero, que se dejaba caer en el mismo banco del bus. La noche anterior, como Eugenio, ayudó a mucha gente, pero aún no tenía noticias de su hijo.

Mientras, en el centro del pueblo de Pedrógão Grande se había instalado el centro de mando para coordinar la lucha contra el fuego y la identificación de las víctimas.