Hace un año, Felipe de Borbón entró en el set que TVE había montado con motivo de la gala de los Premios Príncipes de Asturias y dio un apretón de manos a los periodistas que allí trabajaban. Entre ellos, la conductora del Telediario-2 , Letizia Ortiz. Y tan bien se hicieron los longuis que nadie se olió que aquella imagen furtiva iba a ser la primera de la pareja y que, a los pocos días, ilustraría el bombazo del compromiso real. Doce meses más tarde, los futuros reyes de España regresaron ayer a Oviedo convertidos en marido y mujer.

Ahora también vengo a trabajar, pero de forma diferente", dijo ayer Letizia Ortiz. Y su primer cometido fue asistir, junto a su esposo, al recital que ofreció Paco de Lucía, que mañana recibe el Príncipe de Asturias a las Artes.

Felipe y Letizia llegaron al trote al Auditorio Príncipe Felipe, lugar donde el guitarrista brindó el concierto. La culpa de las prisas la tuvieron las 12 amigas de la infancia con las que la princesa se citó en el Hotel Reconquista, donde se alojarán estos días. La reunión de exalumnas del colegio La Gesta-1 se celebró en la sala de audiencias del hotel, contigua a la habitación que ocupan. Y tantas fueron las risas y los recuerdos, que la charla, que empezó sobre las seis y debía acabar a las siete y cuarto, se alargó media hora más, por lo que los Príncipes tuvieron que acicalarse a velocidad de crucero.

Felipe y Letizia habían llegado a Asturias sobre las cinco de la tarde. Además de las autoridades locales, les dieron la bienvenida los estandartes que habían engalanado la ciudad con motivo de la boda real, y las gaitas de la banda Ciudad de Oviedo, las mismas que tocaron frente al Palacio Real el día del remojado enlace.

Los Príncipes, que dejaron el protocolo aparcado en Madrid, también saludaron a los integrantes de un grupo folclórico, estamparon su rúbrica en una pandereta y les regalaron algunas confidencias. Fue ante este pintoresco aforo donde la experiodista confesó que regresaba a Oviedo para "trabajar", y Felipe se mostró "muy orgulloso" de estar casado con una asturiana que en ese momento lo miraba con una sonrisa satisfecha.