Convertir un suceso macabro y morboso en un relato sobre los héroes que participaron en el dispositivo de salvamento. Ese fue el objetivo de comunicación que se marcó la Delegación del Gobierno en Andalucía durante aquellos trece agónicos días que duró el rescate de Julen, única forma de combatir los bulos, medias verdades e incluso las 'fake news' ante decenas de medios de comunicación presentes cada hora en el Cerro de Totalán. Una "comunicación ética" que ha quedado recogida en el libro Julen, el hijo de todos, elaborado por Ana López, directora de Comunicación de la Delegación en aquellos momentos. "Teníamos claro que la información oficial tenía que ser el referente", explica.

López recuerda cómo el caso copó de inmediato la atención informativa, nacional e internacional, con cientos de periodistas destacados en la zona. "Había retransmisiones en streaming, e incluso las televisiones nacionales abrían una ventana permanente con Totalán durante su programación o tenían que rellenar 12 minutos sin apenas datos", rememora. Y en ese contexto de presión "no quedaba otra que mantener una información constante y regular", recuerda, pese a que en ocasiones los avances se contaban en centímetros.

El afán por evitar que la familia se enterase de cualquier dato por otra vía llevó a que, la última noche, se retirasen los móviles al dispositivo para evitar filtraciones y grabaciones y proteger al menor. "Temíamos que todo el espacio que no ocupara la información oficial lo ocuparan los rumores", reflexiona López, para quien los bulos se combaten "siendo transparentes". "Dar la mayor información posible, con transparencia, y restando valor a los portavoces no cualificados, era la única vía para dar datos rigurosos, proteger a la familia y generar credibilidad". Una fórmula que, de paso, permitió que la investigación policial y judicial, que este martes sentará en el banquillo al dueño de la finca, se desarrollara sin interferencias, y el foco se pusiera en la gesta titánica por salvar a un niño.