El satélite terrestre está vivo. Un nuevo estudio publicado este mismo lunes en la revista 'Nature Geoscience' desvela que la Luna sigue experimentando actividad sísmica en la actualidad. Prueba de ello son los lunamotos detectados por las misiones 'Apolo' y las miles de fallas halladas en la superficie lunar por la sonda espacial 'Lunar Reconnaissance Orbiter' ('LRO'), ambas iniciativas lideradas por la NASA.

La historia de este revelador hallazgo empieza hace unos 50 años, con el apogeo de la exploración espacial. Entre 1969 y 1977, las misiones 'Apolo' (11, 12, 14, 15 y 16) alcanzaron el suelo lunar y depositaron en él un conjunto de instrumentos para medir la actividad sísmica. En el 2010, la misión 'LRO' de la agencia espacial estadounidense también analizó desde la órbita la superficie satelitar y desveló la presencia de hasta 3.500 fallas. Los datos obtenidos por aquel entonces, según argumentaron los expertos, "abrían un nuevo capítulo en la comprensión de la tectónica lunar".

Ahora, décadas después de aquellas históricas misiones, un equipo de investigadores ha retomado y vuelto a analizar aquellos datos sobre la capa superficial de la Luna. La conclusión que se desprende de estos estudios es que, al igual que una uva se arruga mientras se seca para convertirse en una pasa, la Luna también "se está arrugando" mientras su interior se enfría y se encoge. Este fenómeno, que refleja cómo se quiebra el manto lunar, está dando lugar a una serie de fallas en las que una sección de la corteza queda empujada hacia arriba y acaba recayendo sobre una sección adyacente.

TERREMOTOS LUNARES

En esta nueva evaluación, un equipo de investigadores diseñó un algoritmo para el análisis de actividad sísmica dispersa. Esta nueva herramienta permitió situar con precisión un total de 28 lunamotos (que en la Tierra se hubieran clasificado con una magnitud de entre 2 y 5 en la escala Richter) registrados en la era 'Apolo' y posteriormente contrastar la información con la ubicación de las fallas localizadas por la misión 'LRO'.

El algoritmo situó a muchos de los seísmos en las proximidades de las fallas más jóvenes, a una distancia de entre 30 y 60 kilómetros. De ahí que, según deducen los investigadores, al menos ocho de los terremotos detectados se debieron a una actividad tectónica. Es decir, al movimiento de las placas de la corteza lunar a lo largo de las fallas. Esto descartaría que las grietas lunares se originaran tras el impacto de asteroides o a los movimientos en el interior de la Luna.

"Es muy probable que estos ocho temblores se produjeran debido a fallas que se deslizaban a medida que la corteza lunar se comprimía por la contracción global y las fuerzas de marea, lo que indica que los sismómetros de las 'Apolo' registraron que la Luna se contrae y que, por lo tanto, sigue activa tectónicamente", explica Thomas Watters, autor principal de la recién publicada investigación y científico del Centro para Estudios Planetarios y de la Tierra en el Smithsonian Institute en Washington.

"Estos hallazgos enfatizan que tenemos que volver a la Luna", argumenta Nicholas Schmerr, geólogo de la Universidad de Maryland y co-autor del estudio. "Aprendimos mucho de las misiones de 'Apolo', pero en realidad solo arañaron la superficie. Con una red más grande de sismómetros modernos, podríamos hacer grandes progresos en nuestra comprensión de la geología de la luna. Estos datos proporcionan algunos frutos muy prometedores para la ciencia de cara a una futura misión", concluye el investigador.