“Espero que el mido no te deje vivir nunca más”. La madre de Laia, la niña de 13 años asesinada el 4 de junio del 2018 en Vilanova i la Geltrú (Garraf), se encaró este martes con Juan Francisco López Ortiz, el acusado del crimen, que asistió impasible al doloroso relato de los familiares más cercanos de la víctima, como sus padres adoptivos y los tíos. La sala de la Audiencia de Barcelona donde se celebra el juicio se convirtió en un escenario donde se recordó la salvaje, brutal y hasta, se podría decir, sádica muerte de la pequeña (le puso un collar canino en el cuello, abusó de ella, le asfixió y le cosió a puñaladas). La fiscala María José del Río solicita para el imputado prisión permanente revisable y otros 10 años de prisión por el ataque sexual a la niña.

Las declaraciones desgarradoras de los padres inundaron todos los rincones del habitáculo, mientras el tribunal popular no perdía detalle de cada una de las palabras de los testigos. "Espero que el miedo no te deje vivir nunca más en la vida. Que vivas muchos años, pero con mucho miedo, el (mismo) miedo que pasó mi hija en tu casa a oscuras. Tu olor, tu peso... morirse es muy malo, pero morirse contigo encima, oliéndote y con tu peso, a oscuras, es peor", espetó la madre de Laia antes de levantarse del micrófono, lo que le valió la recriminación del magistrado que presidente la vista.

Poco antes, el juez censuró al padre de la menor, cuando la abogada de la defensa aseguró al inicio de su intervención que lamentaba la situación por la que estaba pasando. "En la instrucción no me dijiste ni que lo sentías ni nada, no hace falta que hagas el papel porque el jurado esté aquí delante", reprochó a la letrada.

Los padres de Laia, que nació en China y fue adoptada, aseguraron que la niña era feliz y obediente ("le gustaba el mundo, le gustaba la vida"), con un leve grado de autismo y a la que le desagradaba la oscuridad y esconderse, tratando de desmontar así la versión del acusado de que la niña se coló por iniciativa propia en su casa, lo que habría motivado que la confundiera con un ladrón.

En ningún momento se me pasó por la cabeza que la niña estuviera escondida. Lo primero que pensé es que se había ido para casa", concretó el padre, quien aseveró que la escalera de los abuelos, en cuyo domicilio vivió más de 20 años, "no es de compadreo", por lo que no acuden los unos a casa de los otros. Laia fue introducida por López Ortiz en su casa cuando bajaba por las escaleras del bloque donde vivían sus abuelos para encontrarse con su padre.

Debajo de un colchón y con una correa en el cuello

También declararon los tíos de la pequeña, quienes hallaron su cadáver semidesnudo, encajado en una maleta, con una correa de perro alrededor del cuello y debajo de un colchón en el domicilio del procesado, en el que irrumpieron tras detectar un comportamiento "sospechoso" del mismo. La primera vez que llamaron al piso del imputado, este abrió con una toalla en la cintura y les comentó que se acababa de duchar y que allí no había nadie, pero no se prestó a búsqueda con el resto de vecinos, sino que reaccionó "sereno", con "absoluta indiferencia". “Estaba intranquilo, me quedé con la sensación de que escondía alguna cosa", relataron.

Por eso volvieron de nuevo a la vivienda al cabo de un rato. Fue entonces, precisaron los tíos de la víctima, cuando López Ortiz, que tenía la puerta de casa cerrada con llave, "empezó a decir incongruencias y respuestas contradictorias". "Su afán era quitarnos de encima lo antes posible. Intentó poner todas las excusas que se le ocurrían", subrayaron. Como no se creyeron lo que les contaba, decidieron entrar en la casa hasta que uno de ellos halló el cuerpo de la menor debajo de un colchón sobre el que había el que había todo tipo de objetos. "Me puse a gritarle y se tiró al suelo como un niño pequeño diciendo que él no había sido", explicaron. "Lo teníamos a un palmo y no hacía olor de alcohol, ni tenía síntomas de haberse drogado", recordaron.