Cuando Mary W. Shelley publicó anónimamente Frankenstein o el moderno Prometeo, el libro apareció sin firma. Fue oficialmente el 11 de marzo de 1818, aunque tres meses antes de esa fecha, el 1 de enero, algunas cartas documentan una edición muy chapucera y hoy perdida de 500 ejemplares. La mujer detrás del monstruo era hija de Mary Wollstonecraft, pionera del pensamiento feminista y autora de Vindicación de los derechos de la mujer, y de William Godwin, pionero del pensamiento anarquista. Una mezcla explosiva. Aunque poco pudo influir la madre en la pequeña Mary, porque murió de fiebres puerperales y el padre siempre se mostró bastante distante con ella, generando sentimientos ambivalentes. Frankenstein nació en una famosa noche de verano de 1816 a orillas del lago Lemán, donde un grupo de escritores muy jóvenes se recluyeron en Villa Diodati. El poeta Percy Shelley, su novia Mary, Lord Byron y su secretario, John William Polidori, y la hermana de Mary, Claire Fairmont, amante de Lord Byron, se propusieron a modo de juego imaginar un cuento de terror cada uno.

Irónicamente fueron los personajes secundarios de esta historia, Mary y Polidori, los que crearon las dos criaturas más perdurables. Polidori, un vampiro con unas señas de identidad consecuencia de su relación masoquista con Byron; y Mary Shelley, la ganadora absoluta de aquel reto, que a los 18 años parió imaginativamente una criatura hecha de restos humanos de dos metros y medio y labios negruzcos. Un mito incombustible.

En plena resaca de la mayor reivindicación feminista de la historia, resulta tentador interpretar la vida de la autora. Las teorías de Wollstonecraft, la madre, encontraron el campo abonado con las ideas igualitarias de la Revolución francesa, pero luego, llegado el reinado del terror y sus excesos, se produce un reflujo muy conservador respecto a ellas. Mary Shelley tiene la sensación de que su madre y sus ideas han sido castigadas por haber abierto el camino a la liberación de las mujeres. En cuanto a la vida de la propia escritora, a los pocos meses de conocer al que acabaría siendo su marido no dudó en huir con él (estaba casado) y no se negó a tener relaciones con otros hombres. De los cuatro hijos a los que dio a luz, solo sobrevivió uno. Mary y el poeta Shelley tuvieron sus encuentros amorosos junto a la tumba de Wollstonecraft. Los espíritus románticos amaban estas cosas. La primera esposa de Shelley se suicidó, lo que facilitó la boda de Mary, que pudo llevar el apellido Shelley con propiedad burguesa.