Las condiciones en las que viven los menores inmigrantes no acompañados (menas) cuando son interceptados en territorio español están envueltas de graves alteraciones y «vulneraciones de sus derechos», en buena medida por la flagrante «falta de recursos» disponibles, una realidad que desemboca en situaciones como salidas de niños de los centros donde están internados «de la mano de mafias de traficantes» y de chicas que han sido «víctimas de trata de blancas» sin siquiera haber sido identificadas. Esas son algunas de las contundentes conclusiones del informe Los derechos de los migrantes no acompañados en la frontera sur española que ayer público Unicef.

La organización investigó sobre el terreno en Ceuta, Melilla y Andalucía, donde interactuó con menores, policías, autoridades políticas y judiciales, y oenegés, para concluir que el origen del problema radica, en buena medida, en la descoordinación y el acusado déficit de medios. El informe destaca el «hacinamiento» en el que conviven los inmigrantes y una falta de intérpretes que hace que los chavales pasen días sin poder hablar con nadie, ni siquiera para poder decir a su familia que siguen vivos. Un entorno en el que se acumulan las dificultades que deben afrontar los menores, llevando a muchos de ellos a sufrir «problemas de salud mental» y consumo de drogas, graves dificultades de las que son conscientes en los centros, pero la falta de presupuesto y herramientas deja sin respuesta a muchos de los casos.

Los hándicaps se acumulan, comprometiendo las oportunidades de futuro de los chicos. Déficits del sistema que llevan a un escenario en el que los menores, en lugar de encontrarse en un entorno protector donde se garanticen sus derechos, «acaban siendo los más vulnerables», añade el informe. La mitad de ellos abandona los centros en solitario o caen en los tentáculos de mafias ante la incerteza de si lograrán papeles antes de cumplir 18 años, porque no soportan «vivir amontonados» o porque se pasan el día «sin hacer nada».

«Los niños sienten que pierden los mejores años de su vida y al escolarizarlos también tienen problemas, pues no hay refuerzo y pueden pasar seis horas en clase sin entender nada», dice Sara Collantes, una de las investigadoras del análisis.

No obstante, la acuciante necesidad que los inmigrantes sufren en sus países de origen y la falta de información sobre la realidad que les aguarda, tanto durante el periplo migratorio como en su destino en Europa, explican en buena medida la paradoja de que, a pesar del dramático escenario que dibuja Unicef, la cifra de menas recién llegados se haya disparado durante los dos últimos años, con un incremento del 150% en la frontera sur del país. Solo en el 2018, los niños y jóvenes llegados alcanzaron los 6.063, casi el 10% de los más de 65.300 casos totales.

Así, se han duplicado los menores en situación irregular inscritos en el registro del Ministerio del Interior, rebasando los 13.000. Registros que consolidan a España como la principal puerta europea para los africanos.