La tragedia de la escuela rusa de Beslán, en Osetia del Norte, y las bombas del 11-M en Madrid están muy presentes en los centros educativos. Según los expertos, las imágenes han impactado duramente en los niños y dejado secuelas a nivel subclínico. Numerosos colegios e instituciones han recibido llamadas de padres cuyos hijos duermen mal y se niegan a ir al colegio por temor a que les suceda algo similar, revelaron ayer Fernando Chacón, decano del Colegio de Psicólogos de Madrid, y el Defensor del Menor, Pedro Núñez Morgades.

Según Isabel Calonge, catedrática de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, la visión de las terribles imágenes de la escuela de Beslán, que han podido ver con más profusión por la ausencia de actividad escolar, convierte también a los niños españoles en víctimas.

INVESTIGACION DEL 11-M El Colegio de Psicólogos de Madrid, que prestó atención tras el 11-M a casi 20.000 personas, unas mil de ellas menores, ha editado una guía para ayudar a profesores, padres y adultos en general a afrontar situaciones traumáticas. Seis meses después de la tragedia madrileña, los psicólogos estudian el alcance de las posibles secuelas. Unos 30 menores siguen hoy requiriendo atención.

Decirles siempre la verdad es la primera regla que establece la guía, "porque la acabarán sabiendo y quizá de una forma mucho más cruel". Pero sólo hay que contar "lo que el niño puede entender y hasta dónde quiera saber", por lo que es necesario fraccionar y dosificar la información, aconseja Calonge.

APOYO EMOCIONAL Responder siempre a sus preguntas es también fundamental, aunque muchas veces no se logre encontrar una respuesta clara. La tercera propuesta de los expertos es usar la naturalidad al hablar con ellos, sin presentar las cosas con excesiva seriedad y dramatismo, y darle el tono y el apoyo emocional adecuado (besos, abrazos). Aunque resulte difícil, se debe buscar algún efecto positivo que sirva de consuelo. "Por ejemplo, en el caso de la escuela de Beslán decirles que aquellos niños estuvieron acompañados de sus padres y amigos, que murieron de repente al hundirse el techo, que no sufrieron, que hubo una gran solidaridad...", pone como ejemplo Calonge.

Con el niño, sugieren los expertos, siempre deben hablar las personas más próximas y de más confianza. Nunca el psicólogo, aunque esté cerca para ayudar. Si es posible, alguno de los padres. En el ámbito escolar, el profesor que tenga más trato con el niño.