El pasado jueves, Guo Binglong llamó a su esposa, Yu Li Hong, a la aldea china de Zelang desde la bahía de Morecambe, en el noreste de Inglaterra. Algo terrible le estaba sucediendo, y a 8.000 kilómetros de distancia quería decir adiós a su familia. Sabía que iba a morir. "Estoy en grave peligro. El agua me llega a la cintura", le contó desde el teléfono móvil a su mujer.

"Mi jefe --prosiguió-- ha cometido un pequeño error. Se ha equivocado con el tiempo. Debería haber venido a buscarnos hace una hora", explicó angustiado. "Rezad por mí. Me estoy muriendo", añadió, antes de que la línea quedara muda. Guo Binglong tenía 30 años y fue uno de los 19 inmigrantes, todos chinos menos dos, que el pasado jueves perdieron la vida mientras recogían berberechos. El y sus compañeros de infortunio fueron víctimas de las peligrosas arenas de Morecambe y de las cabezas de serpiente , las mafias chinas que introducen y explotan a sus compatriotas en el Reino Unido y en otros lugares de Europa.

Terribles precedentes

La tragedia no era la primera de este tipo en suelo británico. En junio del 2000, en el puerto de Dover, 58 inmigrantes chinos murieron asfixiados cuando viajaban desde Bélgica en un camión de verduras. Como los de Dover, los fallecidos en Morecambe provenían de la provincia de Fujian (sureste de China).

Binglong, que deja viuda y dos niños de 5 y 2 años, pagó 30.000 euros (casi 5 millones de pesetas) por su billete a Inglaterra, a donde había llegado hace seis meses. Toda la familia se endeudó para pagarle el pasaje, esperando a cambio una vida mejor. "Somos una prole numerosa y dependíamos de mi hijo. Sólo con su trabajo en Gran Bretaña podíamos pagar nuestra deuda", declaró el padre del fallecido, que teme las represalias de la mafia si no devuelven el dinero.

Su única esperanza es que el Gobierno británico les indemnice por la muerte y repatríe el cadáver. Además de cobrar el viaje, las mafias controlan en Gran Bretaña alojamiento, transporte y empleo de los inmigrantes sin papeles. Hasta 14 personas duermen en un mismo cuarto, tras hacer el trabajo que nadie quiere por una paga que no supera los 2,2 euros la hora.

Desde hace más de un año, en la bahía de Morecambe, donde se esconde un tesoro de 12 millones de euros (1.992 millones de pesetas) en berberechos, han visto llegar mariscadores chinos. La colecta de berberechos es lucrativa para las bandas organizadas, que ganan una fortuna exportándolos a Holanda y España.

El pasado agosto, la policía hizo en el lugar una redada y detuvo a 37 inmigrantes sin papeles. En diciembre, una operación de rescate salvó de las aguas a un grupo a punto de perecer. Las arenas movedizas de Morecambe producen un falso sentido de seguridad cuando, de pronto, empieza a subir la marea 1,5 metros por segundo.

El jueves sólo había chinos en la bahía. Los mariscadores locales llevaban días sin salir. Sin equipos adecuados, sin guías, bajo el frío, estuvieron recogiendo berberechos, vigilados por tres hombres y dos mujeres, chinos, que están detenidos. David Eden y su hijo, del mismo nombre, dos industriales ingleses que dirigen la compañía Liverpool Bay Fishing, también detenidos, podrían ser acusados de homicidio involuntario.