El miedo es la emoción que asociamos a la seguridad. Nos ayuda a detectar futuras amenazas que puedan poner en peligro nuestra integridad y nuestra supervivencia. No solo es un mecanismo para sobrevivir, sino que engloba también aspectos sociales, como la asertividad, los límites a los demás o el saber decir 'no'. Una vez que he usado el miedo para localizar la amenaza, establezco una serie de condiciones que impidan que esta se produzca, como mecanismos o barreras de seguridad. El problema es que no siempre las amenazas que identificamos son reales o tienen una base fiable. Esto nos hace cerrarnos sin necesidad, ver como enemigos a quienes no lo son o generar formas de aislamiento. Los mecanismos de defensa en la pareja son una de estas distorsiones.

Las relaciones se basan en seguridad, confianza, afecto y conocimiento mutuo. Si desde un primer momento establecemos barreras que nunca bajamos, la relación no acaba de avanzar. Se van dando pasos hacia delante y hacia atrás y el desequilibrio es muy marcado. Los mecanismos de defensa nos aíslan, pudiendo acabar por romper la pareja. No siempre somos conscientes de ellos e identificarlos es un primer paso para saber cómo solucionarlo.

BARRERAS

Ante la elevación de nuestro miedo, cuando sentimos que somos vulnerables y que no contamos con herramientas para defendernos, caemos en el peligro de establecer barreras innecesarias ante los demás. En ocasiones, estas barreras no son visibles, pero cuando encontramos a una persona con la que compartir nuestra vida y la relación exige intimidad y confianza, sí pueden salir a la luz, dificultando el trato y el disfrute con el otro.

Los siguientes mecanismos de defensa son los más comunes en las relaciones de pareja:

1. Proyección

Encontramos defectos en los otros que detestamos y que nos hacen discutir sin ser conscientes de que ese mismo aspecto lo tenemos nosotros mismos. La imagen que no nos gusta de nosotros mismos la volcamos en el otro, la proyectamos, como si fuera una pantalla de televisión.

2. Negación

Es una forma de evitar enfrentarse a los problemas y a la realidad. La persona no conecta con las cosas malas que ocurren, hace como si no existiera, y así no lo tiene que resolver.

3. Desplazamiento

Este mecanismo de defensa suele ser recurrentemente asociado a la rabia. Algo que nos ocurre fuera de la pareja y que no hemos resuelto, es desplazado hasta la relación. Tengo una discusión con mi jefe, no lo soluciono en la oficina y llego a casa y discuto con mi pareja de forma agresiva.

4. Racionalización

Usamos una fría lógica para argumentar de forma egoísta necesidades o deseos, pero usando razones que realmente no son válidas o estén sesgadas. La persona evita de nuevo el conflicto. Si ha habido una traición, por ejemplo, se buscan detalles técnicos excesivos en torno a la traición como constructo social, en lugar de analizar qué emociones están en ese momento presentes.

Los mecanismos de defensa tienen como función protegernos ante las amenazas que vamos detectando. El miedo está diseñado para buscar nuestra seguridad, pero acaba fallando y personas con las que deberíamos estar tranquilos empiezan a suponer algo que nosotros interpretamos como amenaza. Corremos el riesgo de evitar a la pareja, rechazarla, proyectar nuestros miedos o hacerle pagar nuestras inseguridades.

Las relaciones de pareja pasan por diferentes pasos necesarios hasta consolidar la relación. El primer paso es el de la seguridad, sin el cual la relación no podrá avanzar de forma sana. Los mecanismos de defensa innecesarios son una traba ya en el primer paso, asegurando que la relación llegue a fracasar si no se soluciona o se busca ayuda.

* Ángel Rull, psicólogo.