Harold Shipman se ahorcó ayer en la cárcel, colgándose de los barrotes con sus propias sábanas, un día antes de cumplir 58 años. El Doctor Muerte británico, el mayor asesino en serie en la historia del Reino Unido, burlaba así, irremediablemente, a sus víctimas y a la justicia. Nadie podrá obligarle a cumplir las 15 penas de cadena perpetua que le fueron impuestas hace cuatro años. Nunca más habrá de obedecer las órdenes de los guardianes, que durante el último mes le obligaron a llevar el uniforme de preso y le privaron de televisión, como castigo por su mal comportamiento.

Condenado por el asesinato de 15 pacientes y sospechoso de haber matado a más de 250, el médico de familia que pasaba consulta en Hyde, cerca de Manchester, se quitó la vida en la prisión de alta seguridad de Wakefield. Un nuevo fallo de los servicios penitenciarios, que no le tenían sometido a vigilancia especial alguna, facilitó el suicidio.

El cadáver del que la prensa británica bautizó como Doctor Muerte fue hallado a las 6.20 horas en la celda individual donde Shipman se había recogido a las ocho de la noche del lunes.

INFORMACION Su desaparición provocó reacciones muy dispares entre los familiares de las víctimas. Shipman nunca se arrepintió, ni llegó a confesar la magnitud de sus crímenes. Algunos lamentaban que se hubiera llevado esa información a la tumba. "Ha tenido una salida muy fácil y a nosotros nos ha cerrado definitivamente una puerta para saber lo que pasó", declaró Jane Ashton-Hibbert, cuya abuela Hilda pereció a manos del médico.

Durante 23 años, entre 1975 y 1998, Shipman se dedicó a asesinar a sus pacientes administrándoles una sobredosis de heroína. Ni la policía, ni los psiquiatras, ni el fiscal pudieron explicar la causa de los crímenes. La opinión más compartida por los expertos es que Shipman se creía Dios y disfrutaba ejerciendo el poder de perdonar o quitar la vida.