El doctor Barbacid es cardiólogo en La Paz, pero también trabaja en turnos rotatorios en las plantas de hospitalización por covid. La doctora Suárez, cardióloga en la Clínica de Navarra en Madrid, colabora como voluntaria en Ifema, una experiencia "enriquecedora", dicen, por la predisposición a "ayudarse unos a otros" durante la pandemia.

El área de especialización de Enrique Barbacid en el Hospital Universitario de La Paz (Madrid) es doble: cardiología infantil y cardiopatías congénitas del adulto; Aida Suárez trabaja en la sede madrileña de la Clínica Universitaria de Navarra, con especial dedicación a la "asistencia ventricular y el trasplante cardíaco", según consta en su ficha hospitalaria.

Ambos han dedicado a su especialidad muchos años de estudio, residencia, trabajo diario e investigación.

Pero la pandemia ha supuesto una vuelta a los orígenes, al momento en que, durante la residencia, rotaron en urgencias, cuidados intensivos o medicina interna.

ARRIMANDO EL HOMBRO ANTE LA EMERGENCIA

La rutina para estos médicos cambió desde el momento en que comenzaron a llegar a los hospitales pacientes con coronavirus.

Desde entonces, en cardiología de La Paz -cuenta el doctor Barbacid- se han suspendido las consultas y se han restringido las intervenciones programadas: "Se tienen que hacer a la carta porque no disponemos de personal de anestesia ni de respiradores suficientes" tras haberse derivado buena parte de los medios.

"La hospitalización también se ha visto desplazada en mi unidad para poder ubicar a pacientes adultos con coronavirus en la zona de cuidados intensivos pediátricos", añade.

Junto a estas medidas, la dirección solicitó voluntarios entre todos los departamentos para reforzar las plantas de covid.

Enrique Barbacid es uno de esos voluntarios que, en turnos rotatorios de una semana, refuerzan la labor de los médicos que están soportando la mayor carga de trabajo.

"Esto satisface nuestra necesidad de colaborar, no solo haciendo hueco físico para la hospitalización y los cuidados intensivos en nuestros departamentos, sino también poniéndonos manos a la obra; es un sentimiento de voluntad de ayuda", explica.

La doctora Suárez sintió la misma necesidad de ayudar en su hospital. Durante los días de mayor pico asistencial reforzó el servicio de urgencias: "Médicos de varias especialidades, desde dermatología a neurología o alergología, nos desplazamos para ser el soporte de ayuda a los médicos de urgencias, los intensivistas, los internistas y los neumólogos, que son los otros líderes de las plantas de hospitalización por covid".

Cuando la presión asistencial empezó a disminuir, Aida Suárez buscó un lugar donde seguir ayudando: el hospital de campaña de Ifema, en Madrid.

Allí acude como voluntaria el tiempo que le deja libre la clínica, donde tiene reducción de jornada por el cuidado de un hijo. Una difícil conciliación laboral y familiar a la que resta importancia: "En el fondo es un período corto de nuestras vidas".

ADAPTADOS A NUEVOS PROTOCOLOS

Aida y Enrique han debido adaptarse a nuevas prácticas médicas, pero parten de una base sólida.

"Todos sabemos la medicina básica, aunque con los años te centras tanto en tu especialidad que tienes la sensación de que hay cosas que no dominas. Pero tenemos un conocimiento de patología de urgencias. Durante la residencia estuvimos en ese área, en la uci, en diferentes departamentos donde completamos nuestra formación", explica la cardióloga.

El doctor Barbacid argumenta que los protocolos les permiten adaptarse de forma casi inmediata, incluso en especialidades como pediatría, donde el cambio es mayor: "Se pasa a ver una patología con la que no se tiene ninguna experiencia previa y, además, se pasa a tratar a pacientes adultos, que tienen una manera distinta de enfermar". Seguir las pautas y respetar los esquemas de protocolo, dice este doctor, permite que "en un par de días" se acostumbren a la nueva rutina.

El resultado es la creación de equipos multidisciplinares que se ponen al servicio de la emergencia: "En mi hospital la semana pasada había dos ginecólogas, un cirujano cardíaco infantil, un endocrino, un neumólogo, una pediatra, un maxilofacial y yo. Todos atendimos una planta de neumología", cuenta Enrique.

IFEMA, UNA EXPERIENCIA ÚNICA

Si esos equipos multidisciplinares han supuesto un cambio en cada centro, la experiencia más innovadora está en el hospital de campaña montado en Ifema.

Junto al personal que trabaja a tiempo completo, los voluntarios se organizan semana a semana y los horarios se distribuyen en función de las horas y días en los que puede trabajar cada uno.

Para la doctora Suárez, uno de los grandes aprendizajes ha sido la capacidad de adaptación y la facilidad para formar equipo entre profesionales que hasta el día anterior ni se conocían.

"Procedemos de hospitales distintos y de repente nos tenemos que unir, pero se ve lo fácil que es adaptarse cuando uno quiere. A pesar de que hay momentos duros, la predisposición es tan buena que el trabajo sale adelante gracias a la capacidad de superar las dificultades entre todos", reconoce.

Para ella también es muy satisfactoria la relación con los pacientes, de quienes destaca su voluntad de cooperar pese a la dureza de la enfermedad, la falta de familiares y las incomodidades de un hospital improvisado donde las camas distribuidas en grandes pabellones hacen imposible la privacidad.

"Piensas que podrían estar quejándose, pero su reacción es excepcionalmente buena; han asumido que estamos haciendo todo lo posible por ayudarles y son los que más valoran nuestro esfuerzo".

Sobre las críticas a la organización, sobre todo, en los primeros días de funcionamiento, Suárez considera que "no es momento" ni de criticar ni de defender, sino de "solucionar" la emergencia y analizar aciertos y errores cuando todo haya pasado.

"Es una situación excepcional y no se puede esperar que todo funcione como un reloj. Es cierto que hay circunstancias inaceptables, como que un profesional tenga que trabajar sin protección, pero es diferente criticarlo que entenderlo. Yo lo critico, pero entiendo que haya podido haber errores en momentos en los que la situación era desbordante", reflexiona.

TRAUMÁTICA Y ENRIQUECEDORA

Así está siendo para estos cardiólogos la experiencia de dejar su especialidad de forma provisional para unirse a la lucha contra el coronavirus.

"Es traumática porque cambias tu manera de pensar, de vivir, de trabajar; cambias tus prioridades, lo anterior pasa a un segundo plano", explica el doctor Barbacid, que de inmediato añade el calificativo de "enriquecedora".

Valora el "gran esfuerzo colectivo" que se ha hecho en un complejo hospitalario tan grande como La Paz, donde, en cuestión de días, se han modificado instalaciones y se han puesto en marcha nuevas unidades.

Coincide con él la doctora Suárez. Adaptarse a una situación tan diferente solo se explica, a su juicio, por la voluntad de ayudar: "Enfermeros, médicos, auxiliares, celadores… hay muchísimas personas que están trabajando en sus centros y como voluntarios en Ifema. En un momento en el que el 80 % de la información es de queja o de crítica, esto te hace ver la parte positiva".

Enrique y Aida reiteran su reconocimiento al personal sanitario de urgencias y de las ucis: "Lo único que hacemos es ayudarles en lo que podamos. Yo no soy el ejemplo del gran esfuerzo que se está haciendo", dice con humildad esta doctora que ha renunciado a sus horas y días libres para unirse a quienes están en "primera línea" contra la pandemia.