Se convencieron a sí mismos de que estaba en su mano salvar a Miguel Pajares gracias a los modernos medios de la sanidad española pero la realidad les desmintió con crueldad. "Creo que en ese momento todos teníamos muchas ganas de que saliera adelante, teníamos la esperanza de que la mortalidad del ébola fuera menor en un paciente atendido en un sistema sanitario avanzado, pero es un virus muy grave y el desenlace ha sido el esperable", lamenta Marta Arsuaga, una de las cuatro integrantes del equipo médico que atendió al misionero repatriado desde el momento en el que quedó ingresado en el hospital Carlos III.

Las ganas les llevaron a olvidar que el ébola llega a matar al 80% de los infectados y que las posibilidades de un paciente anciano y debilitado por otras dolencias como era el caso del sacerdote son muy reducidas. Pese a los cursos recibidos y su especialización en enfermedades infecciosas nunca se habían visto cara a cara con la enfermedad. Y quedaron impactados. "Es impresionante lo que es capaz de hacer este virus en cuatro o cinco días", relata Mar Lago Núñez, otro de los facultativos. "En este virus, la infección se lo monta bien, lo que hace al principio es ir atacando todas las defensas", para quedarse con el camino libre, ironiza el médico Fernando de la Calle Prieto.

Sin contacto físico

Lo más duro de su trabajo fue, según los profesionales, "las complicaciones para tratar a un paciente con el que no puede mantener contacto físico de ningún tipo porque el ébola se contagia simplemente con tocarse o través de los fluidos corporales". Actividades como ajustar la medicación, tomar las constantes vitales o hacer la limpieza del paciente requerían de un especial cuidado y enfundarse un traje protector que no pesa demasiado pero exige esfuerzo físico.

Las constantes vitales del paciente estaban permanentemente monitorizadas. Los médicos las seguían desde otra habitación a través de un monitor. Ni siquiera podían hablar directamente con el misionero. Tenían que hacerlo a través de un intercomunicador. Así asistieron poco a poco a los momentos en que se le apagó la vida. No lo pudo evitar ni el suero milagroso que puede haber curado al norteamericano. Por expreso deseo de Pajares los médicos tampoco van a contar a los medios que efecto tuvo en él. Lo que si harán es compartir con la comunidad científica su experiencia. Al fin y al cabo, ha sido la primera víctima de la plaga tratada en Europa.

De lo que están convencidos es de que pasará "mucho tiempo" hasta que se pueda comprobar si el ZMapp y otros compuestos que están en fase de experimentación son o no verdaderamente efectivos.

Los médicos no creen que se actuara de modo improvisado. Los cuatro formaban parte del equipo preparado para hacer frente a una emergencia de este tipo y estaban ya en situación de alerta desde que en el pasado mes de abril la OMS lanzó la alerta mundial. "Nunca tuvimos miedo, porque estábamos preparados. Hicimos todo lo que pudimos y quizás más, pero no fue suficiente", lamentan.